Las periferias urbanas han sido tradicionalmente zonas marginadas en la planeación y gestión gubernamental. Ocurre en América Latina como en Europa y Asia. Pobladores obligados a desplazarse hacia el centro para obtener empleo, salud, educación o seguridad, con limitantes de transporte.

En Mixquic, donde además de una ruralidad generacionalmente marginada convergen ritualidad histórica, arraigo y desatención estructural, algo ha comenzado a moverse: el programa Territorios de Paz y un viraje discursivo para el cual la urgencia de intervenir desde las raíces comunitarias y respaldar desde el cambio de régimen en su segundo sexenio es una oportunidad aprovechable.

Audacia ante lo complejo. Presencia política y territorial para conocer de primera manolas necesidades y garantizar atención. Más de 20 servidores públicos acompañamos a la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, en la presentación de la estrategia en el quiosco de la Plaza Juárez, a un costado del tradicional panteón.

Ahí se inició una redefinición de los esquemas para construir seguridad y paz. No basta con policías, es necesario un ecosistema social donde iluminación, cámaras de videovigilancia, el abasto del agua, la salud o la educación son iguales o más importantes. Con elementos incorporadores de la realidad de cada pueblo, barrio o colonia, como el cultivo.

Territorios de Paz propone una intervención integral que busca restaurar el tejido social, impulsar la participación comunitaria y revalorizar las identidades locales. Los pueblos originarios, particularmente los ubicados en las periferias, están ahora en el centro de atención política.

En estas áreas, donde se concentra parte significativa de la población, el acceso a infraestructura, servicios básicos y oportunidades de desarrollo ha sido insuficiente.

Según el Banco Mundial, más del 55% de la población vive en ciudades y gran parte de este crecimiento ocurre en áreas periféricas. La ONU-Hábitat ha señalado la falta de integración en los planes de desarrollo urbano como factor perpetuador de pobreza e inseguridad.

A la alcaldía Tláhuac, a donde pertenece Mixquic, las políticas públicas la han tratado como reserva agrícola, mancha urbana desordenada, atractivo turístico ocasional o como riesgo ambiental. La cultura ha sido su pasaporte simbólico.

Cada Día de Muertos renace entre veladoras, papel picado y sepulcros iluminados. La muerte es la forma que tiene la comunidad de vivir. Pero esa visibilidad ritual enfrenta el riesgo de la gentrificación cultural. Celebraciones cada vez más parecidas a un parque temático, con escenarios ajenos a la tradición o agencias turísticas y touroperadores que venden paquetes de “experiencia mística”.

Territorios de Paz tiene la oportunidad de pasar de ser un programa para convertirse en una metodología, una forma de hacer política desde la comunidad y no sobre la comunidad. Mixquic existe más allá de los muertos.

@guerrerochipres

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