Mientras los adversarios del presidente Andrés Manuel López Obrador no encuentran eco social, apoyo popular, resonancia que dañe estratégicamente el proyecto de cambio de régimen, se concentran en la alusión del presunto predominio de acarreados durante la movilización en el Zócalo y a rezagos en la entrega de resultados en materia de salud, educación, economía y seguridad.

Pocos reconocen el dilema social y político que habría existido si ese movimiento social, impactado paradójicamente por los yerros y diversidad de flagrancias de los tres sexenios anteriores, no hubiera encontrado cauce a través de Morena y de su líder.

En 2018, las fuerzas aspiracionistas de entonces, opositoras de hoy, no visualizaron la energía social que escapaba a sus interpelaciones.

Tres años después, hay sectores que continúan instalados en las viejas inercias de búsqueda de privilegios particulares, mientras la opinión pública respalda mayoritariamente al presidente y es capaz de sustentar, con o sin estímulos institucionales, entusiasmo masivo y popular. A esa provisional irrevocabilidad del cambio de régimen la llamó el presidente “la revolución de las conciencias”.

La plaza es de quien la trabaja y de quien sabe entender las demandas ciudadanas más amplias, aunque no únicas. López Obrador permanece conectado con esa energía social, una de las claves en la defensa del proyecto de izquierda.

El Presidente es, seguramente, el personaje político más visto en México en la escena pública, a lo largo de los años. Multiplicada su imagen y sus palabras —en negativo y positivo según el escenario y la interpretación de diferentes actores—, las encuestas le dan entre 58% y 71% de aprobación. La medición de El Universal, con un incremento de seis puntos en la aprobación trimestral, lo ubica en 68%, el lugar más alto en dos años.

En perspectiva, las y los ciudadanos hoy tienen mayores elementos para evaluar a sus autoridades y a otros actores de la vida pública que tenían bajo perfil, y también nuevos temas de información que el régimen anterior no ventilaba.

En estos primeros tres años de gobierno de López Obrador, ha cambiado la mentalidad de la ciudadanía, hay un avance en la democracia y en los espacios de participación que ofrecen salida propositiva a la energía social. Existe también amplia oportunidad de tendido de puentes al mismo tiempo que irreductibles adversariales que no encuentran sombra ni consuelo ante sus pérdidas monetarias, reputacionales o de interlocución.

Hoy, la energía social tiene cauce y conecta con metas comunes, como la búsqueda de una nación sin corrupción, sin discriminación, con justa distribución de recursos. Existen pendientes, víctimas y deudos del cambio de régimen.

@guerrerochipres

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