El desafío es complejo y ya está en el centro de atención de organismos internacionales de la sociedad civil: frenar el crecimiento y erradicar los riesgos de victimización de niñas, niños y adolescentes en el espacio digital.
Para la ciudadanía del 2024, la vida sin internet es algo cercano a lo inconcebible; las redes sociales representan un sitio de interacción natural incluso con mayor prevalencia para las y los menores.
En México, de acuerdo con el Instituto Federal de Telecomunicaciones, siete de cada diez menores de edad utilizan alguno de esos espacios de comunicación digital. En la mayoría de los casos inician guiados por algún familiar —pocas veces la madre o el padre— o amigos, con evidentes carencias en seguridad digital.
Los riesgos están latentes y van desde el tipo de información compartida o recibida, la exposición a estereotipos virtuales generadores de afectaciones emocionales o desórdenes alimenticios, hasta la posibilidad de violencia o enganches en redes delictivas como las dedicada a la Trata de Personas.
Esta semana en Viena, Austria, el tema estuvo en análisis durante los “Diálogos Constructivos sobre Trata de Personas 2024” organizados por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y a los cuales fue invitado el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, el único organismo latinoamericano con intervención en los paneles informativos.
Ahí expusimos los hallazgos principales de un modelo único en el mundo de atención a víctimas a través de la Línea y Chat Nacional contra la Trata de Personas, 800 5533 000, integrado al Gabinete de Seguridad de la CDMX —primero con la disposición de Claudia Sheinbaum, ahora con Martí Batres y expectativas de profundización con Clara Brugada— y con capacidad de articular con otros organismos y autoridades nacionales e internacionales.
Los datos advierten que 1) las niñas, niños y adolescentes son el grupo más vulnerable a la Trata, hasta en dos de cada tres casos, y 2) hay una creciente presencia de tratantes en el ciberespacio, tanto en redes sociales como en videojuegos, aunque la forma de enganche predominante aún es persona a persona.
El reto ante la ciberdelincuencia es avanzar hacia el entendimiento de un concepto amplio de ciudadanía digital, donde se incluya una cultura de prevención ante el ciberacoso, el sexting, grooming, pornografía infantil, así como la responsabilidad al navegar en internet o la alfabetización digital para poblaciones vulnerables, como las niñas, niños y adolescentes.
La ciberseguridad ha dejado de ser un tema exclusivo de gobiernos y empresas, ya es un asunto del plano doméstico e individual y, sobre todo, global.