Un perro atrapado en un balcón sin agua por varios días, un gato atorado entre dos muros, un caballo caído a un canal o una serpiente en la calle forman parte de registros ahora cotidianos en la línea de emergencias.

Ese tipo de llamadas, hasta hace algunos años secundarias o anecdóticas, representan un cambio en la concepción de la seguridad, de la vida en comunidad y el bienestar urbano. La emergencia ya no está ligada solo al riego de las personas, sino también con esos compañeros no humanos convertidos en parte de la vida afectiva, familiar y social.

El 4 de octubre, Día Mundial de los Animales, decretado en 1929, es recordatorio de esta ampliación de horizontes. Lo que entonces se planteaba como una utopía moral hoy adquiere dimensión política e institucional: las ciudades responden a las demandas sociales que colocan a perros, gatos y otras especies en el centro de preocupaciones públicas.

El C5 de la Ciudad de México se ha convertido en el espejo de este cambio con la atención a través de la línea 9-1-1 de quienes piden auxilio para un animal. Una muestra de la capacidad de adaptación institucional frente a las nuevas sensibilidades sociales.

Zygmunt Bauman definió la posmodernidad como el tiempo de la liquidez, donde las identidades, valores y certezas se flexibilizan. La noción misma de emergencia se ha vuelto líquida: lo que antes no tenía atención ahora moviliza cuerpos especializados.

El vínculo entre humanos y animales de compañía ha dejado de ser accesorio. Los datos del INEGI confirman que en casi ocho de cada diez hogares hay al menos un ser sintiente, considerado incluso parte de la familia. Una tendencia impulsada por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, para hacer de la capital un lugar animalista. Ella misma así lo vive con sus animales compañía Iztli, Iscra y Maguey.

Incorporar a los seres sintientes en la agenda pública no significa desplazar otras prioridades ciudadanas. Al contrario, revela un ensanchamiento de la noción de bienestar, donde la atención a vínculos afectivos entre personas y animales se suma a los indicadores de seguridad, salud o economía. Esa ampliación del horizonte social será parte del balance que la presidenta Claudia Sheinbaum exponga este domingo en el Zócalo.

El dolor de los animales traducido en sufrimiento humano es un asunto público. Este año, en la línea de emergencias 9-1-1 hemos atendido cerca de 11 mil 900 reportes relacionados con animales, por rescate, maltrato o robo.

La posmodernidad no elimina las atenciones tradicionales. Incendios, choques, delitos ocupan la mayor parte de los recursos del C5. Pero la ampliación del concepto de emergencia refleja un desplazamiento cultural: la idea de comunidad ya no se define exclusivamente por los vínculos entre humanos, también por la relación con otras especies.

En el Día Mundial de los Animales conviene reconocer que la ciudad se humaniza en cuanto protege a quienes sostienen la vida afectiva.

@guerrerochipres

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