Sucedió en un país kafkiano imaginario, donde la política se entrelaza con el amor. Él, un príncipe de la nueva clase gobernante; ella una princesa de la casta dorada de la izquierda. Se conocieron en las lides políticas y lo que primero fue una amistad, comenzó a transformarse en algo más con la convivencia ocasional.

Los dos comenzaron a volar alto y en las alturas se encontraron y se descubrieron. Fueron meses de romance apasionado. La princesa, soltera, se enamoró del príncipe que le dijo que estaba separado y pensando su divorcio. De lo suyo solo sabían los que tenían que saber y se cuidaban de no mostrarse en público, porque al final de cuentas los dos estaban expuestos por las posiciones públicas que ocupaban.

Pero un buen día pasó lo inesperado. Las pruebas rápidas confirmaron que aquel tórrido romance había dado frutos y un nuevo ser venía en camino. Lo que hasta entonces habían logrado mantener en secreto, salvo para sus más cercanos, comenzó entonces a ser objeto de chismes, rumores y maledicencias en aquel reino en el que chismear era casi un deporte nacional.

Primero fue entre los suyos donde se corrió la noticia; más tarde empezó a filtrarse en ciertos círculos selectos y allegados al Palacio Real. Pero fue cuestión de días para que el incómodo asunto de su vida privada saltara a los pasquines y a las redes sociales que circulaban en aquel reino donde la moral pública había sido enarbolada y cacareada como asunto primordial de la nueva casta gobernante.

La princesa y el príncipe empezaron de pronto a estar en boca de todos. Los más rudos ya no se callaban nada y lo mismo los aludían directo y por su nombre, que publicaban fotos suyas o hasta memes satirizando lo que había sido un amor real y verdadero. La situación empezó a volverse tensa entre los dos y todo empeoró cuando las noticias llegaron al lejano reino de donde provenía el enamorado príncipe.

Resultó entonces que cuando él quiso liberarse y fue a ver a la que legalmente era su esposa para solicitarle el divorcio, porque había prometido cumplir su promesa y casarse con la princesa que ya estaba encinta, las cosas tomaron un giro inesperado. La esposa, que ya había escuchado hasta su tierra los rumores, montó en cólera y, aduciendo la respetabilidad de su apellido y el de sus parientes, se negó rotundamente a conceder la separación legal.

El príncipe insistió y argumentó razones de honor y de hombría que lo obligaban a disolver su matrimonio. Pero la señora, ofendida y mancillada, le echó en cara que esa no era la primera vez que sabía de su infidelidad y, poniendo por delante a sus hijos y su matrimonio, le dijo que lo perdonaba con la condición de que volviera a casa y se olvidara de la princesa de sus amores.

Y de pronto el príncipe, que había prometido hacerse cargo de su princesa y del futuro vástago, ya no volvió a aparecerse por la casa de su amor y se desapareció como las nieves al llegar la primavera. Y la princesa siguió con su vida y se hizo cargo de sus decisiones. A ella se le veía tranquila, valiente y segura cuando tenía que aparecer en público, pero el que no estaba nada bien y despotricaba contra el príncipe, era su padre, que rechinaba del enojo contra aquel que había enamorado a su hija y luego le había fallado como hombre.

En las tabernas del reino y en los rincones del Palacio Real no faltaba quien dijera haberle escuchado al ofendido padre proferir amenazas y advertencias de lo que le haría al desdichado príncipe que había incumplido su promesa. “Es un desgraciado poco hombre y sin palabra, yo me voy a encargar de que pague por su ofensa”, repetía aquel hombre mayor que reclamaba el honor de su hija y de su familia.

La historia de amor y desamor ocurrida en aquel reino kafkiano aún tiene un final incierto. Porque al final en la vida, como en la política, nada es para siempre ni hay siempre finales felices. Ahora el príncipe y la princesa se evitan y cada cuál ha vuelto a sus rutinas y actividades; pero como dice el dicho: “donde hubo fuego, cenizas quedan” y hay entre los cortesanos de Palacio quienes aún apuestan a que el amor vencerá cualquier obstáculo y saldrá victorioso.

NOTAS INDISCRETAS… Dicen que los hechos valen más que las palabras y en el caso de la austeridad puesta en duda por Ricardo Monreal y su mano derecha, el diputado Pedro Haces, aunque la presidenta Claudia Sheinbaum fue medida en el uso de las palabras para criticar o descalificar los vuelos en helicóptero del coordinador de los diputados de Morena, y aunque los llamó a “ser ejemplo” de austeridad, la mandataria evitó un cuestionamiento mayor al líder parlamentario de su partido. Pero si en las palabras fue comedida, en los hechos fue bastante dura y contundente. Para realizar un viaje de varias horas rumbo a Río de Janeiro, donde asistirá hoy a la Cumbre del G20, la doctora tomó un vuelo comercial y viajó en clase turista. Y eso comparado con el uso de helicópteros o aviones privado VIP que sí utilizan varios políticos de Morena, es un mensaje claro y contundente. Algunos pensarán que lo de la presidenta de realizar un viaje tan largo en vuelo comercial es demagogia o incluso una irresponsabilidad por el nivel de riesgo en la que se pone a la Jefa del Estado Mexicano, pero más allá de lo que cada quien piense, para los morenistas cuestionados por usar aeronaves particulares como si fueran taxis, la acción de Sheinbaum Pardo es algo así como “predicar con el ejemplo”… La cultura y la educación, además de la seguridad y la salud, son lo más castigado con recortes millonarios en el Presupuesto Federal de 2025. Como nunca desde que llegó al poder la 4T en el 2018 al sector cultural le reducen un 30% de su último presupuesto en este año; la educación superior también sufre un recorte de casi 16%  en la mayoría de las universidades públicas de  la República, entre ellas la UAM y la Universidad de Guadalajara, dos de las instituciones más castigadas. Y aunque según la Secretaría de Hacienda la UNAM y el IPN no entraron en ese recorte y se corregirá la forma en que aparecieron sus presupuestos en el Paquete Económico entregado a la Cámara de Diputados, la realidad es que a las dos casas de estudios sólo les van a dar el 3.5% de incremento, con relación al año pasado, para cubrir la inflación. Pero resulta que la inflación anual en México es de 4.76% hasta el momento, con lo cual a la UNAM y al IPN sí les estarían recortando al menos el 1.2% de su presupuesto que no cubrirá la inflación total en el país. En el caso de Salud es uno de los recortes más brutales que hará la presidenta Sheinbaum, considerando la fuerte crisis del sistema de salud pública en donde no sólo no hay medicamentos, sino tampoco insumos médicos, reactivos y materiales para laboratorio, bueno en muchos casos ni siquiera instrumentos médicos necesarios para realizar procedimientos. Con todo eso, aún así le recortaron más recursos a la salud pública, mientras al inacabado Tren Maya y demás obras faraónicas del expresidente, les darán cientos de miles de millones de pesos. Lo dicho, ese presupuesto no está hecho para atender las prioridades reales y urgentes de los mexicanos, sino para atender las prioridades políticas y quedabien de la 4T… Los dados repiten otra Escalera Doble por el puente. Subida doble para los amables lectores.

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