La represión brutal e injustificada en contra de ciudadanos que marcharon pacíficamente para protestar por la situación de violencia e inseguridad en el país fue un acto que desnudó de cuerpo entero la verdadera esencia del régimen de la 4T: autoritarismo y brutalidad policiaca contra ciudadanos inconformes e indefensos a los que no dudan en aplicarles el monopolio de la violencia del Estado, esa misma que se niegan a aplicar a los narcotraficantes y a los peores criminales del país.
Los mismos granaderos de la Ciudad de México, a los que Claudia Sheinbaum había hecho desaparecer, volvieron para golpear, gasear y reprimir, sin causa justificada a miles de jóvenes, adultos y hasta niños y mujeres que fueron criminalizados por el derecho constitucional de protestar y rociados con potentes gases lacrimógenos que, junto con el garrote y el tolete, fueron la respuesta que la presidenta de México y la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, dieron a la manifestación pacífica que cuestionó el pasado sábado, a lo largo y ancho de toda la República, la situación de caos y violencia que vive el país y la incapacidad e indolencia de sus gobernantes.
Mientras la presidenta se paseaba por Campeche, recibiendo adulaciones y elogios en su burbuja sellada y partidista, la mayoría de las ciudades de México mostraban una reacción ciudadana articulada y de rechazo a sus políticas y decisiones de gobierno. Pero también en las manifestaciones que se reprodujeron por todo el territorio nacional, se repudió a la forma en que la hoy presidenta, quien viene de la izquierda que creció y llegó al poder mediante la protesta callejera, descalificó y estigmatizó, incluso con investigaciones pagadas por su gobierno, a los convocantes y participantes en las distintas marchas del 15 de noviembre.
Junto a las expresiones de la denominada “Generación Z”, la del “Movimiento del Sombrero” de Carlos Manzo, y las movilizaciones de ciudadanos de todas las edades que decidieron sumarse al llamado para repudiar la situación actual del país y a los gobiernos de Morena, la marcha más numerosa y en la que convergieron grupos provenientes de Michoacán y de otras entidades, fue la que tuvo lugar en la Ciudad de México, donde confluyeron, junto con los jóvenes, grupos de médicos, ingenieros, campesinos y ciudadanos inconformes con el actual gobierno.
Mientras en el resto de la República las movilizaciones fueron numerosas pero transcurrieron en paz en ciudades como Guadalajara, Monterrey, Puebla, Cancún, Aguascalientes, San Luis Potosí, León, Culiacán, y de otros estados como Sonora, Yucatán, Querétaro, Coahuila entre otros, en la Ciudad de México, las protestas, en las que no hay una cifra oficial de cuánta gente participó y el gobierno morenista de la capital lo minimiza a 17 mil personas, se tornaron violentas hacia la parte final de las protestas cuando llegaron a la Plaza de la Constitución.
La presencia de grupos de granaderos y antimotines que resguardaban los alrededores del Palacio Nacional tensó la que había sido hasta cerca de las 3 de la tarde una protesta totalmente pacífica. La aparición de jóvenes encapuchados y con máscaras antigases que comenzaron a tirar las vallas metálicas que resguardaban el Palacio, provocó los primeros intercambios de golpes y jaloneos, y cuando la mayor parte de los manifestantes ya se había dispersado, los granaderos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del gobierno capitalino, que resistían los embates de los jóvenes anarquistas, comenzaron a lanzar bombas con gases lacrimógenos sin importarles la presencia de niños, adultos mayores y mujeres que permanecían en el Zócalo observando el desenlace de las marchas.
Y ahí es donde el verdadero rostro autoritario del régimen morenista y de la presidenta Sheinbaum, el mismo que había sido repudiado en todas las movilizaciones donde se gritaba “Fuera Morena”, “Fuera Claudia” que resonaron con fuerza en las calles y avenidas de la CDMX y de buena parte de las capitales de la República, se mostró con toda su crudeza: los granaderos salieron enfurecidos arrasando con cualquier persona que encontraban a su paso y, sin mediar diálogo o explicación comenzaron a golpear gente con sus toletes, escudos o a patadas, sin importar que fueran jóvenes, adultos mayores, mujeres, niños e incluso ciudadanos que ni si quiera participaron en las marchas pero que paseaban por las calles del centro histórico durante el fin de semana.
Videos y testimonios de la respuesta autoritaria del cuerpo de granaderos abundan. Desde un hombre mayor que sostenía una bandera en el Zócalo y no desafiaba ni agredía a nadie que fue brutalmente derribado y golpeado por los policías antimotines, hasta amas de casa que resultaron con heridas al ser empujadas y obligadas a retirarse de los espacios públicos. Las calles del primer cuadro de la ciudad se volvieron territorio de la arbitrariedad y brutalidad policiacas y, a pesar de lo que se exhibió en internet y redes sociales, el informe oficial del gobierno de la CDMX y de sus secretarios de Gobierno y de Seguridad, César Cravioto y Pablo Vázquez, hablan solo de “20 personas lesionadas”, pero eso sí de “100 policías lesionados”.
Testimonios secretos de integrantes del cuerpo de granaderos a la revista Proceso, afirman que para las marchas del sábado 15 de noviembre, a diferencia de lo que normalmente les ordenan sus superiores, que es “resistir, contener y no confrontar a los manifestantes”, tal y como se vio en la pasada marcha del 2 de octubre en la que los policías nunca actuaron a pesar de los desmanes y destrucción de edificios y comercios, en este ocasión, sus jefes les dijeron: “ahora sí pueden defenderse y darles con todo”. Y lo cumplieron.
Mientras en México muchos medios matizaban o minimizaban la respuesta represiva del gobierno a las movilizaciones en la capital, en la prensa internacional empezaron los reportes que indicaban de las protestas “contra la corrupción y la violencia descontrolada en el país” y hablaban claramente de “actos de represión” en la Ciudad de México a dichas manifestaciones.
Y en medio de lo que fue claramente una decisión política del régimen, de darle un tratamiento distinto a la marcha del pasado domingo, en donde se golpeó y se sacó por la fuerza a ciudadanos que se encontraban en el Zócalo y sus inmediaciones mediante actos de brutalidad policiaca, la rúbrica perfecta de esa decisión la hizo la propia presidenta Sheinbaum con su declaración cínica y reveladora desde Campeche ese mismo sábado:
“Manifestamos la importancia de garantizar la paz en nuestro país, no estamos de acuerdo con las acciones violentas que se generaron hoy en la Ciudad de México, en esta manifestación. Condenamos y reprobamos la violencia”, dijo la presidenta que se refería a la presunta violencia de los manifestantes, pero nada dijo de la violencia ejercida por la autoridad, a través de un cuerpo de granaderos, que según ella, había desaparecido cuando fue Jefa de Gobierno. Esa violencia policial del Estado nunca la condenó ni la condenará, porque ese es justo el mensaje a los mexicanos que se quieran oponer a su gobierno o cuestionar su actuación como gobernante: a los criminales “nunca les haremos la guerra”, pero a los que se opongan al régimen autoritario que ella encabeza, les espera garrote, tolete y toda la fuerza del estado. Ese es el verdadero rostro de quienes hoy gobiernan a este país.
NOTAS INDISCRETAS… Por cierto que hasta ayer la cifra de 40 personas detenidas, que proporcionó el gobierno capitalino, tras las marchas del sábado, se confrontaba con las denuncias en redes sociales de jóvenes que fueron golpeados y llevados por los policías a los separos, sin que se sepa oficialmente qué cargos les imputan. Será importante que el gobierno de Clara Brugada, que ya quedó manchado con su decisión de reprimir estas protestas, aclare bien a cuántos jóvenes o manifestantes mantiene en prisión y bajo qué cargos, porque al final la protesta y la manifestación son un derecho constitucional y si ya cargarán con la etiqueta de represores, más le vale que ahora no quieran cargar también con la de criminalizar la protesta social, esa de la que ellos decían venir y sentirse orgullosos… Mañana martes arranca en la Cámara de Diputados el análisis de la renovación de la Auditoría Superior de la Federación y de su titular que tendrá que decidirse a finales de este año para que empiece una nueva dirección en el organismo fiscalizador en el 2026. Se escucha en los pasillos de San Lázaro que la idea es generar una convocatoria formal que se emitirá a partir del 1 de diciembre para que los aspirantes a ocupar esa posición puedan inscribirse y participar en el proceso de selección que realizarán los diputados. Y aunque hasta ahora no hay ningún aspirante formal, el actual titular, David Colmenares Páramo, ha manifestado la posibilidad de buscar reelegirse para el cargo, aunque seguramente no faltarán otros candidatos que, una vez emitida la convocatoria, manifiesten su interés por ocupar ese cargo que se definirá desde las comisiones legislativas y la votación mayoritaria en el pleno. Evidentemente la decisión quedará en manos de la mayoría de Morena y habrá que ver hacia dónde va la “línea” en la renovación de la ASF… Se cuenta de un dirigente de uno de los nuevos partidos que buscan registro que buscó a Andrés Manuel López Beltrán para proponerle una “alianza de facto” entre Morena y su nuevo partido. Pero la respuesta que le dio “Andy” al dirigente lo dejó boquiabierto: “No nos interesa. Lo que queremos ahora en Morena es que todos los candidatos a puestos sean nuestros, ya no necesitamos aliados. Por eso decidimos afiliar a 10 millones de militantes, para que ustedes, el resto de partidos, no tengan a quién afiliar. Aquí el movimiento lo dirijo yo, la presidenta solo administra la parte del gobierno, pero las decisiones de las candidaturas, todas, se tomarán aquí, esa es la instrucción que yo tengo”. ¿Se imaginan de quién es la instrucción?... Los dados reprueban la represión y la brutalidad contra quienes disienten del gobierno. Hablar de libertades y sonreír mientras se ordena reprimir a quienes piensan distinto, ya sea con el tolete y los gases o con la presión de las instituciones fiscales, solo dibuja lo que se está consolidando en México: un estado autoritario, persecutorio y dictatorial. Serpiente Doble para los represores y Escalera Doble para ese México que despierta del letargo de las ayudas sociales.

