En dos videos distintos, pero en el fondo iguales, este fin de semana el presidente Andrés Manuel López Obrador desencantó sobre las respuestas que dará su gobierno a dos situaciones inéditas y graves para los mexicanos. Por un lado, ante la crisis económica más grave y profunda que hayamos vivido, el jefe del Ejecutivo sólo tiene “optimismo” y jura, basado en sus datos y en sus pronósticos —que han sido siempre desacertados—, que “vamos a salir muy rápido porque ya tocamos fondo” en una “v” imaginaria que sólo él ve y sin ningún tipo de apoyo a las empresas y sólo “a la gente de abajo”.
Y luego, ante el desafío brutal que le lanzó el crimen organizado y más concretamente Nemesio Oseguera El Mencho y su Cártel Jalisco Nueva Generación, que prácticamente le declaró la “guerra” al intentar asesinar al jefe de la Policía de la CDMX en plena capital de la República, el jefe del Estado mexicano saca una inocente banderita de paz, tan blanca y campechana como las guayaberas que luce en sus videos, mientras dice que “no habrá guerra” contra los narcos y que su estrategia de seguridad seguirá inamovible, tratando de ganarle al Mencho y al resto de capos sanguinarios con los tres mil pesos que les da a los jóvenes y con sus programas sociales como arma contra el sicariato .
No es la primera vez que el presidente decepciona con respuestas tan anticlimáticas y con mensajes y discursos que se quedan cortos y muy menores ante el tamaño de los desafíos que enfrenta su gobierno y el país. Aferrado a sus muy personales datos y a su visión particular, López Obrador insiste en minimizar y restarle gravedad a la realidad que viven los mexicanos. En lo económico , por ejemplo, ninguna institución financiera, ni pública ni privada, vaya ni siquiera su Secretaría de Hacienda ni Banxico, están viendo una recuperación tan rápida y falaz como la que él les anuncia a los mexicanos y aunque se valora su optimismo, al mandatario le vendría bien una buena dosis de realismo y de honestidad para admitir que lo que vienen serán meses y posiblemente años muy difíciles en materia económica y apelar al trabajo y la solidaridad de la sociedad.
Algo similar le ocurre con el tema de seguridad. Su estrategia claramente no ha dado resultados y los casi 40 mil muertos en año y medio de gobierno no pueden ser ningún indicador de que sus programas y apoyos sociales y económicos a la población más vulnerable funcionen también como programas preventivos del delito que claramente no son. Pero lo más grave no son solo los indicadores de delitos federales al alza, sino que ante la percepción cada vez más generalizada dentro y fuera del país, de un gobierno débil, que aunque en el discurso diga que “no vamos a negociar como antes con el crimen organizado”, en la realidad se muestra totalmente complaciente y hasta permisivo con los violentos cárteles de la droga.
Si ya la reciente confesión presidencial de que “yo ordené la liberación” de Ovidio Guzmán había confirmado esa debilidad ante el Cártel de Sinaloa, la tibia e inocente respuesta al ataque perpetrado por el CJNG en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México genera más dudas que certezas sobre la capacidad y la fuerza de este gobierno para controlar y someter a las violentas organizaciones del narcotráfico que siguen siendo las principales generadores de la violencia en toda la República. Y no es que nadie quiera que volvamos a la guerra sanguinaria de Felipe Calderón, pero aún en una estrategia que privilegie la inteligencia y los golpes financieros al crimen organizado, hay momentos en que el Estado en su conjunto y el presidente como su jefe máximo, tienen que mandar un mensaje de fuerza y dejarle claro, a los criminales y a la sociedad, quién está al mando y quién tiene el poder.
Porque hoy en México, con la violencia cotidiana que se refleja en masacres con decenas de cuerpos asesinados por las pugnas territoriales de los Cárteles, liberaciones de capos detenidos, asesinatos de jueces y atentados en pleno corazón de la República contra un jefe policiaco, no está nada claro quién manda: si el que despacha, habla y graba sus videos en Palacio Nacional o los que son capaces de movilizar ejércitos fuertemente armados y de ordenar atentados y ataques de tipo terrorista para amedrentar a la población. ¿Quién es la roca en el zapato para quién?
NOTAS INDISCRETAS…
De nueva cuenta las diferencias internas en Morena volvieron a meterle ruido a una discusión vital en el Senado. La elaboración de los dictámenes de la nueva Ley de Propiedad Industrial parte del jaloneo tan fuerte primero por la intención de un sector de Morena de ampliar el periodo de patentes y retrasar la producción de genéricos hasta 8 años favoreciendo a las grandes farmacéuticas que fue frenado por el Bloque de Contención con su salida de la mesa del sábado; pero una vez que se eliminó ese candado y hasta se quitó la llamada “Cláusula Bolar”, lo que causó mucho ruido fue la molestia del senador Miguel Ángel Navarro, presidente de la Comisión de Salud, porque el coordinador de la bancada, Ricardo Monreal, le dio más peso en la discusión de los dictámenes a la Comisión de Economía que preside el panista, Gustavo Madero, algo que molestó al morenista y médico Navarro. En fin que hoy tendrá que conocerse el dictamen final y tanto Morena como la oposición tendrán que ser muy claros en que la nueva ley proteja y dé certidumbre a la inversión e investigación en una patente médica de los grandes laboratorios, pero también que se permita que, desde tres o más años antes de vencer una patente a los 20 años, los laboratorios nacionales de genéricos puedan iniciar con los trámites y protocolos necesarios para que, en cuanto se cumpla el plazo de 20 años, se puedan fabricar medicamentos genéricos que sean más accesibles, pero también seguros y efectivos para los mexicanos. El punto está en lograr el equilibrio entre el derecho a la salud de los mexicanos, como un derecho humano, que incluye medicamentos a precios accesibles para la mayoría, y la protección del negocio y las inversiones de los laboratorios. Que lo logren es un tema vital para todos… Los dados mandan Escalera doble. Bien comienza la semana.