Como si no tuviera suficiente con la enorme fortuna que amasó durante más de 20 años que fue dirigente del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana , el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le regaló a Carlos Romero Deschamps dos años de sueldo sin trabajar, al haber aceptado, como una condición del exlíder petrolero, que mantuviera activa su plaza de trabajador de Pemex a partir de octubre de 2019 cuando negoció con el gobierno federal su renuncia al liderazgo sindical.
Por eso hoy, que López Obrador anunció como un “logro” de su gobierno el haber convencido a Romero Deschamps de que renunciara a su puesto como “trabajador activo” de la petrolera nacional, lo que en realidad exhibe, quizás sin darse cuenta el Presidente, es que así ha sido buena parte del combate a la corrupción que tanto pregona como su principal bandera de gobierno: un combate simulado y poco transparente en el que, si bien hay avances y algunos logros, también hay partes oscuras y opacas en la administración lopezobradorista que siguen permitiendo y tolerando la corrupción, siempre y cuando sea negociada con este gobierno.
Porque no puede entenderse que, si desde el 2019 el gobierno pactó con el sempiterno dirigente petrolero una “salida negociada” de la Secretaría General del STPRM –una negociación que en su momento se peleaban la secretaria Olga Sánchez Cordero y el consejero Julio Scherer-- en aras de permitir una transición democrática en el poderoso sindicato , dos años después de aquella separación que s e vendió como un gran logro de la 4T y el inicio de la “transformación y democratización en la vida sindical”, Romero Deschamps no sólo siguiera cobrando un sueldo como trabajador de Pemex, sino que en los hechos mantenga el control total del sindicato con su compadre Manuel Limón Hernández.
Que el gobierno de López Obrador haya aceptado tamañas condiciones “inmorales” como bien las calificó ayer el presidente, sólo confirma que en el discurso de “ya acabamos con la corrupción” lo que ha imperado hasta ahora es la simulación y un combate selectivo y aparente de los hechos de corrupción, en los que el gobierno federal y su brazo jurídico y operativo que es la Fiscalía General de la República que encabeza don Alejandro Gertz Manero, deciden quienes son los “corruptos buenos y tolerados” y los “corruptos malos” y a los que hay que abrirles expedientes judiciales y perseguirlos con todo el peso de la ley.
Está claro, por la confesión de parte que ayer hizo el presidente en su conferencia mañanera, que Carlos Romero Deschamps se convirtió en un corrupto aliado de la 4T desde el momento en el que decidió plegarse y allanarse a los designios presidenciales y no opuso resistencia para “dejar” –así entre comillas— la dirigencia del Sindicato Petrolero que en los hechos ha seguido controlando desde afuera, además de mantener activa su plaza de trabajo y cobrar un sueldo que, hasta ayer, devengó como si de verdad hubiera trabajado en los últimos 30 años en Petróleos Mexicanos.
Dice el dicho, tantas veces invocado para referirse a la nueva forma de gobernar de López Obrador hablando todos los días desde su púlpito presidencial en las mañaneras, que “el pez por su boca muere” y ayer, el presidente mordió solito el anzuelo, al confesar que, igual que lo hicieron sus antecesores, le permitió a Carlos Romero Deschamps seguir cobrando y viviendo de Pemex, mientras fingieron juntos una salida del sindicato petrolero que nunca ocurrió del todo en la realidad.