Durante el último medio siglo, la investigación científica y la experiencia médico-sanitaria han dado una respuesta a una cuestión vital. Con recursos siempre limitados, con instrumentos acotados, en medio de muchas necesidades y carencias ¿cuál es la acción gubernamental más importante para la salud humana?
La discusión ha evolucionado conforme a la propia experiencia de los Estados y las sociedades modernas. Se sabía —desde la Declaración de los Derechos del Niño emitida por la Organización de las Naciones Unidas en 1959— que la respuesta radica en la infancia, en atender a las niñas y los niños. Pero ya al cruzar el nuevo siglo la puntería médica se afinó y ha concluido que la acción más importante para el bienestar de una sociedad es la atención a los primeros mil días de la existencia humana: precisamente a la infancia más temprana.
Tal y como se apunta en la “Estrategia Mundial para la Salud de la Mujer, el Niño y el Adolescente” de la Organización Mundial de la Salud, renovada en 2015, intervenir en la salud a la edad en que entras al colegio es ya una intervención tardía. Incluso ofrecer servicios de salud más completos en el preescolar tiene rendimientos menores que cuidar a los bebés durante su desarrollo en el vientre materno y en sus primeros 2 años, es decir en esos mil días estratégicos. Ellos constituyen el momento fundador del crecimiento físico, inmunológico, emocional, intelectual y la base para una buena salud a largo plazo. En ninguna otra etapa de la existencia el cerebro experimenta un desarrollo tan extraordinario y múltiple como durante esos primeros mil días. En esa etapa inaugural —como en ninguna otra— se define el destino de cada una, uno de nosotros.
Ahora bien ¿cuáles son las medidas concretas y obligadas que deben desarrollar los sistemas de salud contemporáneos? El consenso médico vuelve a ser preciso y se resume en estas nueve medidas: 1) Consultas accesibles prenatales durante el embarazo; 2) Ácido fólico y adecuada nutrición en las madres; 3) Partos bien atendidos y sin violencia; 4) Pruebas (tamizaje) neonatal ampliado; 5) Pruebas auditivas; 6) Lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses; 7) Estimulación temprana; 8) Cuadro de vacunas completo; 9) Revisiones médicas periódicas y seguimiento del crecimiento y como corolario jurídico de esta protección garantizada: 10) Registro civil oportuno y obligatorio de todas nuestras niñas y niños.
Esta serie de medidas son tan concluyentes en sus resultados, que la OMS ha sentenciado que “no hay mejor inversión social que la inversión en los primeros mil días”. Yo lo diría de otro modo: si hay una política de Estado indispensable y eficaz, es esta y por eso, creo que es uno de los acuerdos en lo fundamental que exige la nación.
No importa quién llegue o quién esté en el gobierno; no importan las siglas, los colores o las banderas, esta tendría que ser una política de todos y para todos.
Desde Movimiento Ciudadano hemos sostenido que existen temas y espacios como este (los primeros mil días) que forman parte de una agenda obligatoria e ineludible, o sea forman parte de la materia prima de un consenso nacional.
Cierto es que la atención a la primera infancia ha sido parte de las acciones de gobierno en distintas entidades y en distintos niveles. Por ejemplo, Jalisco y Nuevo León (gobernados por Movimiento Ciudadano) han desplegado acciones de compromiso con la primera infancia, a través de la atención temprana y alimentación en los primeros 1000 días y hasta los 5 años de edad, la instalación de lactarios en espacios públicos, apoyo alimentario en escuelas, humanización de los partos y la cobertura universal contra el cáncer infantil.
Sin embargo, creemos que ha llegado la hora de que todos esos esfuerzos aislados y fragmentados, adquieran y se consoliden en una base común constitucional.
Por eso, a partir del 30 de abril de este año, a manera de celebración, propondremos en la legislatura federal y en las legislaturas locales una modificación constitucional que establezca la atención universal prioritaria a los primeros 1000 días de las y los mexicanos, como un propósito nacional. Y la consiguiente asignación de recursos y fondos públicos correspondientes con ese objetivo mayor.
Concluyo con esa idea: no hay mejor esfuerzo y mejor gasto de los Estados modernos, que el que se destina al cuidado de la infancia más temprana. Esos bebés no votan hoy, pero si los atendemos, formarán a la siguiente generación, a la que tendrá mejor salud, más preparada y productiva que las generaciones que les precedemos. Y en eso consiste, precisamente, nuestra apuesta de futuro.
@Chertorivski