Hay que imaginarlo: Trump observando un mapamundi desplegado a sus pies como un tapete y soñando que cuatriplicará el territorio de los EUA.
Anexará Canadá, comprará Groenlandia, invadirá México, controlará Panamá, hará en Gaza una Riviera Árabe.
Es el sueño de un hombre que piensa como un empresario de los bienes raíces y de pronto tiene a su disposición el ejército más poderoso de la historia del mundo.
Un sueño que va contra el sentido común de la época, pero eso es lo común en Trump: Trump es el mayor contrasentido de nuestro tiempo y dedica su vida a serlo.
Y para quienes se acogen a pensar que Trump bromea cuando apalabra sus sueños colonizadores, deberían observar cómo ha ido moviendo sus piezas en el mapamundi para avanzar su realización.
En el caso de invadir México, la primera pieza la movió en el año de 2023 a través de su testaferro, el senador republicano Lindsey Graham. Graham logró que el Congreso calificara como “terroristas” a los cárteles del narco: esa denominación, según la ley estadounidense, ha vuelto en automático legal una invasión militar para combatirlos.
Segundo, Trump ordenó en el 2024 el cambio de nombre del Golfo de México: hoy en los documentos del gobierno de los EUA y en el mismo Google dentro de los EUA así aparece: como Golfo de América. Lo que se nombra empieza a existir: esa es su estrategia en el caso de México y los otros territorios al que les ha puesto el ojo.
Tercero, dos buques de la Marina de EUA se han instalado en el Golfo de México (sus cañones tienen la capacidad de alcanzar con mísiles hasta nuestra Capital); los drones militares del norte se pasean por nuestros estados fronterizos a placer; el embajador trumpista en México es un conocido halcón experto en intervenciones en el extranjero.
Y cuarto, esta semana que recién acaba, Trump declaró que la presidenta mexicana “le tiene miedo a los cárteles del narco” y que “debía dejarse ayudar en la lucha contra ellos”.
No es misterioso de donde nace el sueño colonizador de Trump: nace de la historia de los EUA.
Desde su independencia a hoy, los EUA multiplicaron por 6 su territorio: de 1.6 millones de kms. cuadrados a 9.8 millones de kms. cuadrados. Eso merced a la invasión, la compra o la anexión voluntaria de territorios. Los más grandes: Alaska, Hawái, Puerto Rico, Texas, Arizona y California. Los últimos tres, antes parte de México.
Hace dos meses escribí en esta columna sobre los mexicanos que albergan dudas de si una invasión de marines a México podría ser beneficiosa. Hay que recordarles que en los últimos 50 años no ha habido una sola invasión del ejército estadounidense a territorio extranjero que no haya resultado en una catástrofe para el país invadido.
Ni una sola.
En cada ocasión, los marines han invadido con objetivos declarados altruistas –combatir a la guerrilla local, instaurar una democracia o fortalecer la frontera con otra potencia—, para después adueñarse de los recursos naturales y saquearlos, y dejar el territorio en lo material desbastado.
Por lo pronto, qué bueno que hoy EUA presione y apoye al gobierno de México para ir contra los cárteles del narco, con información y con equipo militar. Es una oportunidad de oro para debilitarlos, porque el peor enemigo de México es el Narco, no Trump.
Pero el segundo peor enemigo de México sí es Trump y los sueños colonialistas que zumban como avispas alrededor de su cabezota mientras observa a sus pies el mapamundi. Y por eso hace bien la presidenta en responderle en cada ocasión a Trump que los marines no pisarán jamás el suelo mexicano.
Si no queremos en México la pesadilla del narco y el ejército estadounidense disparándose entre sí en las calles, si no queremos edificios reventados por las bombas que caen de aviones o explotan desde adentro, es decir: si no queremos ser Irak, Afganistán o Siria –o Puerto Rico en 1898– importa tomar muy en serio lo que Trump sueña hoy en la Casa Blanca…