1. Ricardo Salinas decidió durante la pandemia purificarse y obedecer a una sola lógica: la de los números del dinero. Ahí empezó la que es hoy su inminente caída.

2. Salinas tomó 2 decisiones durante la pandemia atendiendo a la religión del dinero.

No iba a despachar a sus casas a los 150 mil trabajadores de su conglomerado de empresas y seguirles pagando sueldos, como lo tuvieron que hacer los otros empresarios. No, los trabajadores del Grupo Salinas trabajarían en espacios cerrados y por él podían infectarse de Covid y morirse.

La otra decisión fue aprovechar las redes sociales para volverse una figura pública: diría cada media hora cómo él es el Gran Chingón, el que se jode a los otros: al gobierno, al fisco, a la Justicia, a sus trabajadores, a las mujeres, al buen gusto, a la Ética, hasta a la misma muerte.

Quería ser el Trump mexicano. Resultó más bien el predicador del egoísmo salvaje: en su discurso estaba ausente una enormidad: los otros.

3. Atrajo así la mirada del periodismo independiente, que redondeó su fama de Gran Chingón, mostrando ahora su lado más oscuro.

Los periodistas narraron, por ejemplo, cómo Salinas se ha jodido incluso a sus accionistas, usando artimañas delictuosas: manipula el precio de las acciones para que los accionistas las compren caro; luego las vuelve a manipular para él re-comprarlas a precio de basura; y después, ya suyas, las revalúa.

Salinas se volvió así lo que quería ser: el Chingón temible, pero su omisión inicial: los otros, se tradujo en que se volvió temible también como inversión para los accionistas.

Una inversionista de capitales peregrinos lo expresa así: “Se corrió la voz de que negocio que oferte Salinas, es una trampa. Seguro pierdes para que él gane. Lo que no sabe es crear oportunidades compartidas”.

4. Y luego cometió otro error, el que habría de decidir su suerte. Poseído por su flamante personaje del Chingón, decidió joderse al presidente López Obrador. En sus redes y en su televisora, lo satanizó y desplegó una diatriba contra la Izquierda y contra el Estado mismo.

Ahí se quedó sin su usual acceso al Estado. Un oligarca que acumuló su fortuna anudando y desanudando durante 6 sexenios negocios con gobernadores, secretarios, policías y jueces, de pronto se volvió para ellos una persona peligrosa. Tratar con él era enemistarse directamente con el mismo Presidente. Dejaron de responderle hasta el teléfono.

Y resultó que sin ese apoyo mafioso, el “hombre hecho por sí mismo”, se derrumbó.

5. Es lo que le ocurrió al Gran Chingón este 2024.

Por fin los accionistas le creyeron a Salinas la fábula del temible y quisieron vender sus acciones de Elektra. Salinas logró una suspensión de la venta de acciones mediante la orden de un juez. Pero un funcionario de Hacienda desató la subasta y los accionistas remataron las acciones a precio de basura.

En el trance don Chinguetas, dueño del 70% de las acciones de Elektra, perdió 5, 500 miles de millones de dólares. La mitad de su fortuna.

6. Y vendrán más sangrías.

El nuevo Sistema de Justicia sin duda le hará pagar lo que los viejos jueces le condonaron, coimas mediante: 3, 300 millones de dólares que adeuda al fisco.

La nueva presidenta Claudia Sheinbaum lo dijo así: “Tendrá que pagar…”

7. Eso mientras en los EUA los tribunales harán lo propio: lo forzarán a pagar a sus deudores norteamericanos los 219 millones de dólares que les robó.

8. Y en tanto las acciones del órgano financiero de su conglomerado, Banco Azteca, se devalúan. O como lo expresó Moodys: “Sufren por la caída de confianza en el señor Salinas.”

9. Saque el lector, la lectora las cuentas. La fortuna de Salinas era hace una semana de 10,500 millones de dólares. Perdió recién 5,500 millones. Le falta por pagar 3,300 millones al fisco, más 219 millones a sus deudores norteamericanos. Y Banco Azteca sigue perdiendo su valor.

El suyo está siendo un suicidio por números.

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