Por fin los republicanos lograron aprobar en el Congreso norteamericano la denominación a los carteles mexicanos de la droga como “organizaciones terroristas”.
Eso le permitirá al presidente Trump ordenar al ejército norteamericano cruzar el Río Bravo para destruir los carteles del narco y los laboratorios donde se produce el fentanilo que mata a cientos de miles de norteamericanos cada año.
Se trata de los dos primeros pasos del Algoritmo de la Invasión que usa los EUA. Se designa legalmente como “terrorista” a un objetivo; se explicita para beneficio de la población norteamericana el para qué es urgente destruirlo.
Igual empezó la invasión de Irak. El Congreso norteamericano formalizó con una mayoría de votos la noción de que Irak era un “Estado terrorista” que contaba con armas de destrucción masiva: Irak debía ser invadido para capturar las peligrosas armas que amenazaban la existencia misma del mundo.
O la invasión de Afganistán. El Congreso declaró a los grupos islámicos como “grupos terroristas” que atacaban objetivos internacionales: cuando el ejército norteamericano invadió el país para destruir la fuente de los actos terroristas, los ciudadanos norteamericanos creyeron de verdad que se trataba de una guerra justa y virtuosa.
Según el Algoritmo de la Invasión, sigue la elección de un grupo autóctono que ha de convertir la amenaza de invasión en una invitación a nombre de la población local, y que ya ocurrida la invasión sustituirá al gobierno previo y supuestamente perverso.
En Irak fue un grupúsculo de políticos de viejo cuño, notables por su corrupción. Igual fue en Afganistán. En México serían los personajes que hoy dirigen al PRIAN.
Sí, esos mismos que lanzaron durante las recientes campañas electorales la idea de que el gobierno de Izquierda es un narco-gobierno, López Obrador era socio de los narcos y Claudia Sheinbaum era una narco-candidata.
Son los mismos que hoy, titubeando todavía, empiezan a verbalizar en los medios los beneficios de una invasión norteamericana.
No es una casualidad. La narrativa de los republicanos y la narrativa de los prianistas nació en los mismos lugares. En los salones de los think tanks de la Derecha internacional. Ahora convergen, según fue ahí planeado.
Y por fin, según el Algoritmo de la Invasión, sigue la invasión misma.
Nadie debiera escuchar esa narrativa con tranquilidad. De las 16 invasiones norteamericanas de los últimos 60 años, todas han resultado en catástrofes para las poblaciones invadidas.
En Irak no quedó piedra sobre piedra, y hoy es una supuesta “democracia parlamentaria” anegada de corrupción, caos y pobreza. Algo peor de lo que era antes de la invasión.
El Afganistán de hoy verídicamente un infierno. Sobre el desierto que dejaron los soldados norteamericanos, rige una teocracia islámica primitiva, que ha prohibido la educación de las mujeres, ejecuta en las plazas a los no creyentes y ha prohibido incluso la música.
Y nadie debiera tampoco suponer que la lógica de los republicanos y de Trump es la correcta. Si la meta fuera de verdad aniquilar el consumo de la droga en los EUA, el Algoritmo de la Colaboración es de más fácil ejecución y de menores consecuencias letales.
Los EUA prohíben a sus empresas productoras de armas la venta a los narcos. Ni un rifle. Los EUA destruyen las vías de distribución del fentanilo en su territorio, destrucción que incluye la limpia de sus policías corruptas.
Cegadas las fuentes de dinero y armas que alimentan a los carteles, México mientras tanto hace su parte. Elimina de la burocracia a los funcionarios socios del narco. Ni un narco-alcalde. Y es el ejército nacional es quien barre a los carteles de nuestro territorio pueblo por pueblo, ciudad por ciudad, cuidando la integridad de los civiles.
De convencer la presidenta mexicana a Trump de la superioridad del Algoritmo de la Colaboración, esta sería la gran oportunidad de barrer por fin al narco. Y lo determinante será cuál de las dos narrativas capturará la imaginación del momento, acá en nuestro lado del Río Bravo como del otro lado, entre los norteamericanos.
Ya se sabe, en tiempos de cambios es la narrativa la que decide los hechos. No al revés.