La corrupción en México seguirá siendo rampante mientras la veamos a través de los lentes de dos ideas falsas.

Es responsabilidad del partido que gobierna y es un delito no grave.

Morena roba, nos dicen los periodistas. Ergo, ¿votemos por el PAN o por el PRI, para que gobiernen otra vez?

El problema es que el PRI y el PAN también robaron al gobernar al país y también roban ahí donde hoy mismo gobiernan.

Lo que está mal es el sistema que auspicia que los funcionarios roben.

Un gobierno federal se va y se lleva a su ejército de funcionarios, entre ellos a esa quinta parte de corruptos; llega otro gobierno y llegan sus nuevos funcionarios, pero como el Gran Capital y el Crimen corruptores permanecen, los nuevos funcionarios son corrompidos.

Yo he venido nombrando en este espacio a esa quinta columna de funcionarios ladrones: Segundo Gobierno.

Un Segundo Gobierno que trastorna la vida pública porque es el engranaje de la autoridad con el Gran Capital corrupto y con el Crimen.

Observe el lector, la lectora, lo que le pasó a Andrés Manuel López Obrador.

Andrés Manuel había leído los libros donde Ana Lilia Pérez delató con detalle enciclopédico el saqueo a Pemex por los priistas y los panistas en sus sexenios; sabía que había sido un saqueo gigantesco, de cientos de miles de millones de pesos anuales; y pensó que la forma de pararlo era suplir la vigilancia en Pemex con la única burocracia mexicana no corrupta.

La Marina.

Gran idea.

Así que le entregó a la Marina las aduanas y la vigilancia de Pemex.

Pero los cárteles y los empresarios tramposos del ramo petrolero, entre ellos elegantes empresarios norteamericanos y canadienses, se acercaron a los marinos, les propusieron negocios de fábula, y los corrompieron.

Ah, eso sí, los eficaces marinos articularon una corrupción más eficaz y limpia. Nada de ensuciarse los blancos uniformes con petróleo crudo: se dedicaron sobre todo al huachicol fiscal, que es un puro y pulcro papeleo.

¿Se enteró López Obrador de la perversión de la Marina?

Claro que sí. En las zonas petroleras del país la gente te contaba hasta los nombres de los nuevos huachicoleros.

Lo que también es muy probable, es que lo abrumó saber que la única burocracia íntegra del país se había podrido; decidió callar el asunto y asumir el costo a su prestigio si algún día se destapaba; y lo más seguro es que también se preguntó con qué equipo se gobierna un país donde la corrupción se contagia entre los burócratas tan rápido como el sarampión.

Sí, carajo, ¿cómo se detiene el sarampión de la corrupción?

En China, en el septiembre pasado, el ex secretario de Agricultura fue encontrado por un tribunal culpable de negocios turbios, y será llevado ante un pelotón de soldados para ser fusilado.

La cabeza rasurada, las manos esposadas a la espalda, el ex secretario pasará al frente del pelotón.

Levanten armas, apunten… fuego.

Caerá de espaldas en su propia sangre.

Así se combate la corrupción –en China. Y sí, cada día en China la corrupción es más improbable.

En México en cambio a los sucesivos gobiernos les ha parecido impensable parar a los corruptos ante un pelotón de fusilamiento. Ni siquiera ante un tribunal de justicia.

Hoy Adán Augusto se pasea por el Senado como por su rancho, y mañana tal vez la Presidenta lo envíe de embajador a las Islas Fiji, para apartarlo del Poder, pero dejándolo impune.

Esa es nuestra segunda idea falsa en el asunto de la corrupción: la vemos como un asunto de relaciones dentro de la clase gobernante, y no como lo que es en realidad: un robo al bien común de la nación y un quebrantamiento de leyes.

Del tiempo de la post-revolución, tiempo de generales bigotudos y empistolados, que creían que el país le debía a cada cual una fortuna en oro, nos llega esa idea de que el respeto a la corrupción ajena es la paz en la clase gobernante.

No vaya Adán Augusto a reunir sus huestes y a derrocar al gobierno de Claudia.

Tonterías. En nuestro tiempo ni Adán ni los otros corruptos tienen huestes, pero mientras lo crean los gobiernos y los ciudadanos, la corrupción seguirá siendo una tara mayor.

Algo así como un triángulo de piedra que colocamos en el lugar de la cuarta llanta del automóvil que es México.

Para terminar, una humilde propuesta.

La prensa debería exigir que Adán Augusto comparezca ante un tribunal de justicia y la Presidenta debería facilitarlo, y si conforme a la ley Adán Augusto es culpable, que sea encarcelado.

Y luego deberíamos exigir justicia hacia el pasado.

Que también sean llevados a la justicia Peña Nieto, Osorio Chong, los Yunes, los Madrazo, Ricardo Anaya, los Bribiesca, Emilio Gamboa… –la lista de funcionarios enriquecidos “inexplicablemente” nos daría para llenar con juicios en tiempo real la programación de un Canal de la Justicia durante diez años y las fortunas restituidas nos darían para construir mil hospitales y cien puertos.

Nadie extrañará a los corruptos.

No se amotinarán ni nada se quebrará en México.

Al contrario, sería como ponerle a un coche la cuarta llanta que siempre le hizo falta.

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