Este 8 de marzo habría que ponderar la política claramente conservadora que tiene el gobierno lopezobradorista en materia de género.

Tal vez sería suficiente con la declaración de que el feminismo es neoliberal para entender este pensamiento conservador. No hay movimiento más disruptivo que el de las feministas porque trastoca las bases sobre las cuales se ha construido el sistema patriarcal. O bastaría con ver las imágenes de un zócalo amurallado, el corazón de la patria se protege de las mujeres en lugar de protegerlas. No entienden su rabia y frustración. Las mujeres muriendo en las calles, en sus casas y en las trincheras en que se ha convertido este México nuestro. Murieron en la pandemia, cuyo manejo criminal las sentenció, y también las desaparecen.

El problema es que esta visión se ha convertido en políticas públicas que golpean a las mujeres. Durante los años previos a este gobierno se había logrado entender que hablamos de familias, no de familia. Que uno de cada cuatro hogares es encabezado por mujeres y que el sistema patriarcal basado en la lógica de hombre proveedor y mujeres cuidadora estaba en crisis. Las mujeres salieron a trabajar por necesidad o deseo y el Estado estaba obligado a instrumentar políticas públicas de cuidado, entendiendo que no era responsabilidad sólo de las mujeres.

En un claro retroceso, este gobierno desapareció las estancias infantiles y ahora las escuelas de tiempo completo, porque no asume la angustia de las mujeres mientras trabajan, el saber que sus hijos están en la calle o solo en casa con todos los peligros que ello implica. También canceló el seguro de vida para jefas de familia que tenía por objeto garantizar la educación y la salud de los niños y niñas que se quedaban en orfandad. Ahora ha abandonado a los que perdieron a sus madres en la pandemia o por la violencia que nos asola, a los que quedan huérfanos por cualquier otra razón, y su madre era el único sustento.

El programa Prospera que estaba asociado a un esquema de seguridad social, pero que sobre todo tenía una perspectiva productiva, fue sustituido por la entrega de dinero por parte de los propagandistas del gobierno, sin entender que las mujeres quieren trabajar y ser productivas, desean aportar porque eso las transforma de simple clientela a personas empoderadas.

También se eliminó, entre otros, el programa de ciudades seguras para las mujeres, que implicaba todo un trabajo de intervención urbana y de seguridad en espacios de muda violencia callejera.

Pero lo más grave es haber depositado en las mujeres las tareas derivadas del confinamiento en la pandemia. Tenían que ser educadoras, maestras, enfermeras cuidadoras, asignándoles una vez más las responsabilidades del cuidado sin ningún tipo de compensación y abdicando el Estado su responsabilidad. Nada más fácil que idealizar a las mujeres para cargarlas de tareas.

López Obrador puede presumir que en su gabinete hay muchas mujeres (cada vez menos) pero pareciera que no existen, que no tienen voz, que guardan silencio cuando se proponen a acosadores a diversos cargos. Lo mismo pasa en la Ciudad de México, donde se replican todas estas posturas, en lugar de encabezar a las mujeres en sus demandas, lo que nos confirma que cuerpo de mujer no garantiza perspectiva de género.

Ante esta situación es deseable que las mujeres enarbolen sus propias exigencias en el marco de la movilización general que se empieza a gestar en contra del tufo autoritario y el retroceso que en materia de nuestros derechos ha significado este gobierno.

La demanda es muy simple: plenos derechos y ni una menos. No en balde México se escribe con M de Mujeres.

Desde Santa Martha me uno a la condena enérgica a la invasión rusa a Ucrania. Este 8 de marzo pensaré en sus mujeres.

Política mexicana, feminista

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