Las campañas electorales son un buen momento para que los que gobiernan rindan cuentas. Llegó la hora para que Morena deje de escudarse en el pasado y asuma la responsabilidad de sus pésimos resultados. El discurso del pasado de privilegios y corrupción se desmorona por sí solo frente a lo que sucede hoy en el país, ante el hecho contundente de que es ya el sexenio más sangriento, de que fuimos calificados como uno de los países que manejaron la pandemia de manera criminal, de que el sistema de salud está devastado y que más de 50 millones no tienen acceso a este derecho básico, que las obras faraónicas no tienen vuelos, se descarrilan, no refinan nada, y que la educación ha sufrido uno de sus más grandes retrocesos. Lejos del discurso de la candidata oficialista educación y salud se han convertido en privilegios para quien puede pagarlos. Con este gobierno dejaron de ser un derecho.
Sin embargo, el Presidente sigue teniendo un rango de popularidad que sus antecesores no habrían podido sostener ante estos pésimos resultados. El tipo de liderazgo, el uso de la propaganda y de los programas sociales sin pudor alguno le dan una base sólida. Por eso no es correcta la estrategia de apuntar hacia la cabeza. Hay que atacar desde los pies, porque son de barro.
A partir de hoy se inician la gran mayoría de las campañas locales. Ahí es donde hay que centrar la exigencia de rendición de cuentas. En los de carne y hueso de este gobierno que son impresentables y que también tienen una enorme responsabilidad en la estela de violencia que nos azota. Ahí está la debilidad enorme del equipo gobernante que lejos de sanear la vida pública, la ha degradado con personajes como Layda Sansores quien mandó mujeres policías al penal de Kobén que fueron vejadas y frente a lo cual demostró una profunda frivolidad e indolencia, qué decir del “son cosas que pasan” de Rubén Rocha cuando se le preguntó sobre la desaparición de familias enteras y de la ausencia total de su gobierno lo que se demuestra con las narcomantas de uno de los Chapitos asumiendo las tareas de seguridad, o de la penetración del narcotráfico y el incremento de la inseguridad en Morelos cuyo gobernador Cuauhtémoc Blanco busca cínicamente un fuero, de la misma manera que con ese desparpajo aparece fotografiado con narcotraficantes, o de Cuitláhuac García en Veracruz que tiene a uno de los estados más importantes del país sumido en la violencia y cuyo autoritarismo no tiene límites, ya ni hablar del fracaso y la ingobernabilidad en Guerrero con Evelyn Salgado, y así podemos seguir ampliando la lista a Michoacán, Zacatecas, Chiapas y la mayoría de los estados gobernados por los morenistas y a los que hay que confrontar en este proceso electoral.
Es momento de consolidar una estrategia en el ámbito local, ahí es donde se puede convocar a las y los ciudadanos a castigar con su voto a sus malos gobiernos, porque lo que más les duele y les llega es la acción de las y los presidentes municipales y gobernadores. Hoy entran en acción más de 20 mil candidatos opositores que mal harían en sólo cuestionar a quien hoy dirige las riendas del país por la impermeabilidad de la que goza. Lo más adecuado sería dirigir las baterías a quienes desde abajo también han contribuido —con su ineficacia— a que México sea hoy un país en llamas. Literalmente.