Mi solidaridad con Héctor de Mauleón

El oficialismo nos ha querido vender la idea de que nuestra soberanía está a salvo. Que gracias a la actitud de la Presidenta a nuestro país no le ha ido tan mal como a otros con el mandatario norteamericano. Sin embargo, esta propaganda constantemente es desmentida por la realidad: cierre unilateral de la frontera por el gusano barrenador al ganado mexicano, aranceles del 25% a productos mexicanos que no están en el TMEC, aranceles al acero y al aluminio, posible impuesto del 3.5% a las remesas que envían nuestros paisanos, designación de parte de la frontera con México como “extensión de bases militares”, entrega del agua de nuestras reservas internacionales en menoscabo de los agricultores mexicanos, envío de delincuentes sin mediar el procedimiento de extradición, y un largo etcétera que confirma que la relación está en una etapa crítica y que de poco ha servido la cabeza fría de quien nos gobierna ante la ineptitud, falta de cabildeo, e incapacidad de dar respuestas efectivas. Tal vez el único impacto positivo sea el viraje en materia de seguridad, obligados eso sí por la presión de nuestro vecino.

Pero la soberanía es un concepto mucho más amplio. No sólo se refiere a la defensa de la nación frente a cualquier embate extranjero. Es también la salvaguarda contra cualquier amenaza interna. De nada sirve cantar el masiosare si, como se ha demostrado recientemente, prácticamente en todo el territorio nacional tienen presencia los cárteles del crimen organizado y son dueños de amplias regiones del país. No se puede hablar entonces de soberanía cuando las y los mexicanos no podemos vivir en paz, sin miedo, sin estar sujetos a extorsiones, cobro de piso, secuestro y muerte. No se puede hablar de soberanía cuando nos sentimos vulnerables pues en el corazón mismo del país se asesina a mansalva, a plena luz del día, a dos jóvenes muy cercanos a la jefa de gobierno, mandando con ello un mensaje profundamente ominoso. No se puede hablar de soberanía si el símbolo que ha sido Pemex tiene la producción más baja de los últimos 40 años, si Dos Bocas ha costado 22 mil millones de dólares y no produce nada, si se le debe a los proveedores más de 500 mil millones de pesos. Es decir, si la empresa símbolo está en números rojos. Mucho menos se puede presumir de que somos soberanos si uno de los poderes de la Unión ha sufrido el ataque más artero, sobre todo con una elección amañada que abrirá las puertas del poder judicial al crimen organizado y a intereses ajenos a los de la justicia y el Estado de Derecho. No hay soberanía si se amenazan nuestras libertades: la de transitar, la de opinar, la de disentir. No hay soberanía si no se respeta la voluntad popular que fue alterada por el oficialismo para abrogarse una sobrerrepresentación ilegal que les ha permitido erosionar los cimientos mismos de nuestra democracia. La soberanía pronto será un vago concepto si no se reconcilia al país para enfrentar tantos desafíos. Si no se desanda el camino y se rompe vínculos con intereses ajenos a los del pueblo. Pero para rescatarla se requiere visión de Estado y altura de miras. Y de eso lamentablemente no hay.

Política mexicana y feminista

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