Conocí a René Juárez en 1994 cuando coincidimos en la Cámara baja. Desde entonces entablamos una amistad que se fue fortaleciendo a través de los años. Compartíamos una visión social y el compromiso con los que menos tienen. Siendo gobernador de su estado, me tocó encabezar la campaña local como presidenta del sol azteca. Como un verdadero demócrata respetó los triunfos en ciudades como Acapulco y Zihuatanejo. No escamoteo ningún resultado. Por el contrario como el político profesional que era se coordinó con los gobiernos opositores, pues lo único que le importaba era el bienestar de los guerrerenses.
Trabajamos juntos otra vez cuando el entonces Presidente Peña me invitó a participar como Secretaria de Desarrollo Social. Era de los más entusiastas con mi nombramiento porque coincidíamos en promover una política social construida desde abajo, con la participación de la gente. Una política donde los programas no fueran dádivas del gobernante en turno. Como Senador, me apoyó en todo este enfoque promotor de derechos, alejado del paternalismo y clientelismo. Además, el presidente me había asignado a Guerrero como responsable, así es que en las inundaciones del 2013 trabajamos codo a codo coordinando todos los trabajos de recuperación de una entidad que quedó devastada por los huracanes Ingrid y Manuel. Ya como Subsecretario de Gobernación, fuimos asignados a Oaxaca cuando el terremoto del 7 de septiembre de 2017 afectó ese estado, así como a Chiapas. Él, particularmente, se hizo cargo de un municipio tan combativo como Juchitán. Era increíble observar como al paso de los días la gente lo reconocía y saludaba con afecto. Lo veían como uno de ellos, por su cercanía. Atendía sus tareas como subsecretario, y a la vez no se despegó de Juchitán hasta que las viviendas empezaron a reconstruirse. Su capacidad conciliadora permitió que lo que pudo haber sido un conflicto social se evitara.
Cuando estuve al frente de la SEDATU, tuvimos oportunidad de resolver conjuntamente diversos conflictos agrarios, y era muy sorprendente observar que organizaciones no afines al gobierno lo respetaban y creían firmemente en el cumplimiento de los compromisos contraidos porque él estaba de por medio. Esa era una de sus características: construir acuerdos ahí donde era impensable.
Siempre solidario, ya como coordinador de los diputados del PRI en esta legislatura, me respaldó cuando empezaron los ataques y sobre todo cuando injustamente fui privada de mi libertad. Ya no lo volví a ver por eso duele más su partida. Duele también porque parece que la dirección del partido que presidió y representó tan dignamente, últimamente no reconocía su valía. Ahora que no está se va a extrañar su mano conciliadora y de diálogo, sobre todo en un momento en el que se ha impuesto la política del odio y la división. Pocos políticos como él forjados en el trabajo y en el contacto directo con la gente. Pocos amigos tan entrañables como él, siempre presentes en las buenas y en las malas. Sí, un constructor de un México nuevo, de un México unido, ese era René Juárez Cisneros.