Hace unos días se anunció con bombo y platillo que el IMSS pondría en marcha el programa de “Centros de Educación y Cuidado Infantil” y algunos han interpretado que es el regreso de las estancias infantiles que desapareció López Obrador. Sin embargo, esto no es cierto. En realidad, es un programa dirigido fundamentalmente a madres trabajadoras derechohabientes de ese instituto pues quienes no cuentan con esa condición solo podrán acceder primordialmente a partir de convenios con los gobiernos locales. Por lo demás, solo se habla de 2 mil centros cuando las estancias infantiles alcanzaban ya un universo de más de 9 mil en todo el país.

El problema de fondo es que no se ha entendido que una política nacional de cuidados debe partir de una premisa fundamental: que el binomio hombre proveedor/mujer cuidadora no existe más. Que desde hace décadas las mujeres se han incorporado al trabajo en condiciones adversas, que en uno de cada cuatro hogares mexicanos de ellas depende exclusivamente la manutención del hogar (es decir son las jefas de familia) y en un alto porcentaje tienen que complementar el ingreso familiar. De ahí la necesidad de una estrategia que no sea solo un parche, sino que entienda que el trabajo femenino constituye una fuente fundamental pero que se realiza como una doble carga pues las tareas del cuidado siguen recayendo sobre todo en las mujeres.

Para avanzar en la igualdad sustantiva en el ámbito laboral (más allá de reformas constitucionales loables pero insuficientes) se requiere además de una política salarial que impida que las mujeres ganen menos por realizar el mismo trabajo y que asegure que las tareas del cuidado sean asumidas también por el Estado. Se requiere entonces algo más que dos mil centros. Las estancias infantiles para mujeres no derechohabientes, las escuelas de tiempo completo, los comedores comunitarios, el reconocimiento pleno del trabajo en el hogar, son algunos aspectos de una política nacional que debiera ser el eje de cualquier gobierno, sobre todo si es encabezado por una mujer. Sin embargo, todas esas estrategias las desaparecieron los morenistas con argumentos falaces.

El oficialismo abdicó de su responsabilidad de apoyar en estas tareas y la siguió cargando en la espalda de las mujeres. Nos quiso hacer creer que con transferencias monetarias se podían suplir políticas públicas de largo aliento como es el caso de las estancias infantiles que implicaban un modelo de atención integral para la primera infancia: salud, nutrición, estimulación temprana, etc. Por eso lo anunciado recientemente corre el riesgo de convertirse en simple propaganda. En el presupuesto del 2025 no hay partidas destinadas a poner en marcha una política nacional de cuidados, ni siquiera un programa de estancias infantiles. Como lo señala la feminista y periodista Sara Lovera, para este rubro sólo se destina el 0.5 del presupuesto lo que equivale al 0.1 del PIB, a pesar de la aportación del trabajo femenino (por lo general subvaluado) a la economía nacional. De ahí que se requiera algo más que simples anuncios porque, como dicen por ahí, amistad que no se refleja en el presupuesto es pura demagogia. Al tiempo.

Política mexicana y feminista

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