Recuerdo dos veces que el presidente se enfermó durante importantes momentos legislativos. El primero, cuando mantenía un plantón frente al Senado durante la discusión de la Reforma Energética. Le dio un infarto que aparentemente lo mantuvo fuera de esa jugada. Situación muy conveniente porque a él le ayudaba que se aprobara. De no haber sido así, no tendría bandera en el 18 que le diera sustento a su discurso ¨nacionalista¨. La otra fue en esta semana. Su recuperación sorprendente del Covid a pesar de todo y “váguido”, la especulación sobre su estado de salud, el uso propagandístico, e incluso acusar a los líderes opositores de querer su muerte cuando esto no es cierto, lo convierten en la víctima eterna que le da fuerza ante sus seguidores para dirigir, sin ningún respeto a la autonomía de poderes, uno de los mayores procesos de destrucción institucional del país. Haciendo añicos su paso por el PRD, puso en marcha prácticas que sólo son atribuibles a las épocas en que el PRI era mayoría calificada antes de 1997, situación que pudo por fin frenarse gracias también a su presidencia en el partido de la izquierda. Y así como le gusta jugar con los símbolos como el de aparecer al tercer día (obviando que en el pasaje bíblico Jesús se le revela a María Magdalena para anunciarle su ascensión y que su sacrificio ha sido para redimir las culpas de los demás), se presenta directamente en su mañanera para sin ningún recato decirles a sus senadores lo que hay que hacer, anulando y despreciando a quién después aparecería sonriente a su diestra, el coordinador en el Senado.
Me pregunto entonces. ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué tanto odio a los que no votaron por él? ¿No es un derecho democrático? ¿Acaso no es la representación de lo diverso, de lo plural, lo que le da sentido a nuestra democracia? ¿No fue por la imposición autoritaria que Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez se salieron del PRI? ¿Por qué tanta crueldad con 53 millones de mexicanos que se quedaron sin servicios de salud al desaparecer el seguro popular, creando al vapor un INSABI que ahora ha sido sepultado de la misma manera sin rendir cuentas? ¿Por qué puede ser tan cruel y acusar a los padres y madres de los niños con cáncer de servir a otros intereses? ¿Por qué perseguir (nos) judicialmente a quienes considera sus adversarios en lugar de enfrentar el debate en el terreno de las ideas? ¿Por qué nos odia tanto a las mujeres que no nos sometemos, que pensamos de manera diferente y a la que sólo nos ofrece el insulto, la estigmatización (o cómo en mi caso la cárcel)? ¿Por qué odia a los campesinos y les quita sus apoyos, si los que han lucrado con ellos están sentados a su lado? ¿Por qué tanta crueldad con las clases medias, si sus padres y los míos lo único que quisieron es que estuviéramos mejor que ellos y no por eso pensamos que eran conservadores? ¿Por qué ahora que tuvo la enorme oportunidad de unir al país, de llevarlo a otro puerto, de reconciliarlo, hace de la destrucción el motivo central de su encargo? Aún hay tiempo. El país necesita curar sus heridas, sanar, reconciliarse. No necesita un patriarca, sino un presidente. El que tuvo la oportunidad de ser el mejor.