El año 1988 fue un parteaguas en la lucha por la democracia en nuestro país. Después del fraude electoral del 6 de julio, a las banderas de justicia social e igualdad se le sumó la de defender el sufragio efectivo, en pocas palabras que los votos se contaran y se contaran bien. Este legado —que pavimentó en gran medida el camino que permitió que la corriente que hoy nos gobierna llegara al poder— lo traicionan todos los días. Por eso es pertinente recordar…les los postulados que hicieron posible que el movimiento cardenista se convirtiera en un partido político sin el que no se entenderían los avances democráticos que se consolidaron en las últimas décadas y que el oficialismo se está encargando de enterrar. Muchos de los que convocaron a formar el PRD hoy son miembros conspicuos del partido en el poder. Sin embargo, han callado o compartido la destrucción de las instituciones que tanta sangre y trabajo costó crear. Basta recordar el llamamiento al pueblo de México que un 21 de octubre de 1988 signaron algunos de los que hoy sin empacho han sido partícipes de la destrucción democrática. “Defenderemos y haremos valer el voto ciudadano” afirmaron los que hoy se han encargado de promover y legitimar una elección judicial plagada de irregularidades, que utilizaron todos los recursos públicos a su disposición para refrendar su presencia en el poder y se preparan para la estocada final con su reforma electoral. “No admitiremos paraestatales ineficientes, corrompidas e innecesarias, fuentes de privilegios para pocos a cargo del sacrificio de muchos” sostuvieron en aquel momento quienes son los reyes del huachicol, que han llevado a Pemex a la ruina, que construyeron una obra faraónica que todavía seguimos pagando que no produce ni refina, y que familiares y amigos de sus directivos se han enriquecido sin que rindan cuentas mientras que la gente paga las consecuencias de su ineficiencia y corrupción con gasolinas más caras, cortes eléctricos y dependencia del exterior en materia energética. “Terminaremos con el sistema de partido único de Estado, con su monopolio de los medios de comunicación… y con el uso ilegal del presupuesto estatal para fines partidarios” suscribieron los que pretenden censurar y espiar a sus críticos, controlan sin pudor los medios públicos, utilizan el erario para apuntalarse y en la práctica se han convertido en un partido único y patrimonialista hacedor de la deriva autoritaria que ha destruido la división de poderes. “Restableceremos los principios originales del federalismo contra el autoritarismo… y el centralismo” señalaron los que por su ambición se han encargado de concentrar todo el poder y de desaparecer todo rasgo de autonomía.
Lo paradójico es que la demolición democrática la han encabezado algunos de los que en 1988 decidieron canalizar un imponente movimiento social a través de los cauces constitucionales. Pero no todas y todos los que en ese momento se congregaron en este llamado fundacional han abandonado esos principios. Muchos están en la resistencia y en la lucha por recuperar la República sabedores de que si en ese momento se pudo derrotar al dinosaurio, no cabe la menor duda de que se puede vencer a su reencarnación guinda.
Política mexicana y feminista