El oficialismo ha convertido la lucha feminista por la igualdad en un acto de propaganda. Ha querido vender la idea de que con la llegada de una mujer a la presidencia llegamos todas. Con la exclusión de la ministra presidenta de la Corte del que debiera ser el acto republicano por excelencia se confirmó que esta premisa no es cierta. Lo que simbólicamente se transmitió el cinco de febrero es exactamente lo contrario a la lucha que se ha dado por décadas para abrir espacios. Un hecho vale más que mil palabras. Y el del día de la Constitución confirma que no, no llegamos todas.

No llegó la valiente Julia María y con ella las 483 juezas y magistradas que fueron excluidas del poder judicial sin contar sus años de sacrificio, preparación y experiencia. No llegó Monserrat cuyos restos encontró su madre Jacqueline en el Ajusco y con ella tampoco miles de mujeres desaparecidas en nuestro país todos los días. No llegó Sofía -madre buscadora- asesinada en Zacatecas y con ella los cientos de mujeres que portan tan solo una pala para buscar a sus hijos en completa soledad y abandono. No llegó Nidia Fabiola y con ella las que todos los días son víctimas de violencia y que no encuentran justicia porque antes que creerles se le da el beneficio de la duda a los hombres, sobre todo si son poderosos. No llegó Rocío cuyos pequeños fueron asesinados, víctimas de la violencia que asola a Culiacán y con ella las que han tenido que enterrar a sus hijos e hijas en gran medida por la negligencia criminal de quienes están obligados a proveer de seguridad. No llegó Selena y con ella las mujeres que no pueden romper las cadenas de la violencia cotidiana porque no hay un lugar adónde ir pues se eliminaron los refugios para darles cobijo. No llegó Daniela y con ella las diez mujeres que son asesinadas cada día en México. No llegó María que tiene que ganarse la vida para sostener a su hogar y con ella los millones de trabajadoras que no tienen en donde dejar a sus hijos e hijas porque se desaparecieron las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo. No llegó Juana y con ella los cientos de miles de trabajadoras cuyos ahorros de vivienda serán utilizados por el gobierno sin siquiera pedirles su opinión. No llegó Gabriela que lleva años en prisión sin una sentencia y con ella las que han sido injustamente privadas de su libertad porque se abusa de la prisión preventiva y se sigue criminalizando a las mujeres. No llegaron las que trabajaban en la comisión encargada de prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres porque la misma fue desaparecida y ellas despedidas o reubicadas con menores salarios. Tampoco las madres de los niños con cáncer o con cualquier enfermedad que acuden a centros de salud u hospitales y los encuentran sin medicamentos o suficientes insumos médicos.

No llegaron las que como Norma Piña defienden su dignidad, su independencia y lo más importante, nuestra Constitución. Lo que llegó fue la división entre las que antes hacíamos alianzas para luchar por nuestros derechos sin importar nuestras diferencias. También la soberbia, la polarización, la falta de empatía con las víctimas, y la indolencia y frialdad como signo de la casa.

Política mexicana y feminista

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