‘Miserables’ les dijo la gobernadora de Veracruz a quienes cuestionaron las condiciones en las que murió la maestra Irma Hernández, quien fue secuestrada y torturada por la mafia veracruzana. Fuerte palabra para quienes desde la sociedad civil o las redes sociales se dolieron por el hecho de que una maestra jubilada tuviera que trabajar como taxista y que, ante la negativa de pagar una extorsión, haya perdido la vida. Incapaz de ponerse en los zapatos de la víctima, la gobernadora se atrevió a decir “les guste o no murió de un infarto”, como si esta situación atenuara la barbarie a la que fue sometida. Con indolencia y total impunidad desdeñó la inseguridad que asola a esa entidad y al crecimiento exponencial que ha tenido la delincuencia organizada. Demostró que el sello del oficialismo es la incapacidad de sentir empatía y compasión por el dolor que atraviesan las familias mexicanas debido a la creciente ola de violencia que atraviesa nuestro país.

En realidad, los miserables son otros. Porque es de canallas presentar un médico que no es legista para avalar lo dicho y exonerar con ello a los criminales que secuestraron a la maestra Irma, así como no mencionarla por su nombre y decirle “esta persona” minimizando este acto atroz. Son mezquinos quienes le niegan medicamentos a las y los niños con cáncer, los que no proveen a los servicios públicos de salud con lo necesario obligando a que —de acuerdo con el INEGI— 6 de cada diez mexicanos recurran a servicios privados para tener acceso a este derecho que debiera otorgar el Estado. Ruines son los que desobedecen una orden judicial que obliga al IMSS a atender una niña que requiere un tratamiento oncológico, los que reprimen a médicos y enfermeras que protestan por tanta carencia, mientras que premian al responsable del manejo criminal de la pandemia de Covid. Lo son los que dejan que la genta muera y, más grave aún, que fallezcan niños por sarampión o tosferina porque no han sido vacunados.

Despreciables son los que utilizan políticamente la liberación de una persona para atacar a periodistas incómodos y al mismo tiempo refuerzan la figura de prisión preventiva encarcelando con ello a inocentes, lo que es violatorio de los derechos humanos. Infames son los que se llenan la boca hablando de libertad de expresión y al mismo tiempo censuran y persiguen a sus críticos, exigen disculpas públicas y ponen interventores para decidir lo que se publica y lo que no. Perversos son los que desmantelaron un poder judicial independiente y lanzan a la calle a cientos de juzgadores sin tener derecho siquiera a una indemnización. Viles son los que no se conmueven porque el crimen organizado ha reclutado a más de 30 mil niños en los últimos años truncando así su porvenir. En fin, son los que han condenado a la sociedad mexicana a vivir con miedo porque son incapaces de frenar la violencia criminal que recorre los rincones del país. Esos son los miserables y no los que no están dispuestos a aceptar la propaganda de los otros datos y, mucho menos, la mentira como verdad.

Política mexicana y feminista

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