No se puede festejar el diez de mayo sin recordar la condición de violencia y desigualdad en la que viven millones de madres mexicanas. Sin poner en el centro el hecho de que realizan dobles y triples jornadas y que muchas veces enfrentan solas las tareas de cuidar a sus familias, que son el único sostén de su hogar o que sus manos hurgan incansables en la tierra para encontrar a sus hijos. La realidad de muchas obliga a repensar. Se piensa que con las simples transferencias monetarias se resuelven los problemas. Nada más neoliberal y alejado de la realidad. Por el contrario, se sigue cargando en las espaldas de las mujeres la tarea del cuidado y el Estado evade con ello la responsabilidad de compartirlas. El binomio hombre proveedor/mujer cuidadora hace mucho tiempo que quedó atrás, pues muchas madres tienen que trabajar para sostener a sus familias. Muchas son proveedoras, pero siguen siendo cuidadoras sin que esta labor sea acompañada también por la pareja, por la sociedad y, sobre todo, por el Estado a través de una política nacional de cuidados. Por el contrario, desde que gobierna el morenismo se ha destruido lo poco que se había avanzado en la materia: las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo, los comedores comunitarios. No se entiende que es necesario hacer compatibles los horarios escolares con los laborales para que las madres puedan trabajar tranquilamente sabiendo que sus hijos están bien cuidados. El trabajo en el hogar tampoco es valorado y sigue siendo desigual: las mujeres dedican entre 30 y 54 horas a la semana a estas tareas mientras que los hombres emplean entre 14 y 30 horas de acuerdo con datos del INEGI.
Pero lo más grave es el dolor de muchas madres mexicanas. Además de la violencia a la que están sometidas al interior del hogar, se suma la inseguridad y el miedo en el que muchas viven. No sólo por no poder transitar seguras por las calles, sino por la incertidumbre que genera el saber que las y los hijos corren riesgos enormes por la violencia que asola al país. No hay escena más desgarradora que la de una madre buscando a sus seres queridos con la única esperanza de encontrarlos para darles sepultura, para tener un lugar donde llorarles. Las madres buscadoras existen porque el gobierno no realiza su trabajo. No sólo eso. Les da la espalda. Como se las ha dado a las mujeres que trabajan y que no tienen apoyo para las labores del cuidado, a las que con desesperación buscan un tratamiento o medicamentos para sus hijos, a las que siendo inocentes se encuentran injustamente recluidas, o a las que sin importar si tienen bocas que alimentar son separadas de sus trabajos después de años de sacrificios y entrega por una reforma judicial que sólo busca satisfacer los deseos de venganza de quienes detentan el poder.
Podremos celebrar plenamente el día de las madres cuando en nuestro país haya paz, se ponga en marcha una política nacional de cuidados que las acompañe, y se reconozca que sin su trabajo la rueda de la economía y de la sociedad simplemente no giraría.
Política mexicana y feminista