En la lógica del oficialismo el fin justifica los medios, cualquier medio aún así signifique una traición a lo siempre postulado, a lo siempre exigido. Amparados en una mayoría artificial, cometen una y otra vez los pecados que con enjundia antes denunciaban. Se envuelven en incienso cada vez que pueden pero no les importa aprobar una ley de aguas sin realizar la consulta a los pueblos originarios a la que están obligados por la propia Constitución. Hablan del pueblo pero se rodean de los grandes intereses empresariales para fortalecer sus monopolios. Se dicen herederos de Zapata pero no les importa golpear a los agricultores que le dan de comer a México. Se proclaman humanistas pero sacrifican la salud de las y los mexicanos al afectar el fondo destinado a curar enfermedades catastróficas. No sólo. Pretenden enfrentar la grave crisis en la salud pública —resultado de sus improvisaciones y recortes presupuestales— con actos de propaganda como los changarros llamados “farmacias del bienestar” que son una burla para un país que se encuentra entre las primeras quince economías del mundo. Se llenan la boca de democracia pero quieren cambiar las reglas electorales para su beneficio en detrimento de la equidad en la competencia. Se enojaban si había fast track legislativo pero rompen récord al ratificar una minuta en el Senado de más de 600 páginas que les llegó hora y media antes. Se definen como defensores de los derechos humanos pero no tienen reparo en aprobar una ley que servirá para que un bien vital como el agua sea utilizado como botín político y mecanismo de extorsión para efectos electorales. Gritan que llegaron todas pero dejan morir al año a más de cinco mil niñas entre diez y quince años por causas relacionadas con la fecundidad adolescente pues, según el diputado Éctor Jaime, se dejaron de ejercer seis mil millones de pesos destinados a salud materna. Hablan de feminismo pero defienden a abusadores y acosadores solo porque están en sus filas.

Son botones que demuestran que no hay decoro ni congruencia. Lo que sí hay es festejo. Esa necesidad de mostrar que son invencibles, que el pueblo los apoya aunque sea con acarreo. Pero detrás de esta puesta en escena se esconde la verdad. Esas grietas que poco a poco se manifiestan. Esa debilidad que ni todo el dinero destinado a transferencias monetarias puede esconder. Por eso el líder del movimiento tiene que dejar su encierro y salir a escena para apuntalarlos, para que cierren filas, para sostenerlos. Porque en realidad son un gigante con pies de barro. No dan resultados, no cumplen promesas, mienten. Vale la pena entonces recordar una anécdota. En 1995, la mayoría absoluta del PRI aprobó aumentar el IVA y para festejarlo el líder de esa bancada hizo la muy conocida “roqueseñal”. Dos años después el otrora partido hegemónico perdió la mayoría calificada en la Cámara y a la postre la presidencia de la República. La lección es sencilla: hoy como ayer el abuso del poder tiene consecuencias. Hoy como ayer en el pecado llevarán la penitencia.

Política mexicana y feminista

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