En una muy desafortunada declaración la titular del Instituto Nacional de las Mujeres, Nadine Gasman, declaró que la política es pinche. Que las que le entren a la misma “aguanten vara”. Inéditas por venir de quién debería estar defendiendo a las mujeres de toda clase de violencias y, en este caso, de la violencia política en razón de género que tanto trabajo costó incorporar y entender porque se trata de un hilo muy delgado, de una actitud muy sutil pero que igual lacera, del eterno invisibilizar a las mujeres que se atreven a entrar a ese mundo que hasta hace unas décadas era exclusivo de los hombres, de agredir y estigmatizar a quienes se han atrevido a subvertir con su presencia este pacto patriarcal y a romper los techos de cristal que nos han impuesto durante siglos.

Lo más grave es que este planteamiento se da para avalar, para defender de manera cómplice a quién desde el poder, desde la poderosa tribuna presidencial ataca a las mujeres, no por sus ideas, sino por su condición de género. Al Presidente le gusta despreciar a las que no se le someten. Ni siquiera menciona sus nombres como si no existieran, como si fueran invisibles. Las convierte en las “esposas de”, como a Margarita Zavala, o “sobrinas de”, como a Claudia Ruiz Massieu, por citar dos significativos ejemplos. Y ahora, violentando la ley, a Xóchitl Gálvez la insulta al desconocer su trayectoria y la presenta como un títere de un grupo de hombres. De la oligarquía que, da la casualidad, es la que se ha reunido varias veces a departir alegremente con él y no con la hidalguense. A esta actitud es a la que, por orden del tribunal electoral, ha tenido que poner un alto el INE. Sobre todo, porque después de la valiente y lúcida intervención de la consejera Claudia Zavala, a una dubitativa Rita Bell no le quedaba otra más que apoyar, no sin plantear sus asegunes. Fue así como el INE en su sesión de este viernes le exigió al Presidente que baje los fragmentos de las mañaneras donde ataca a la aspirante a la candidatura presidencial del Frente Opositor.

Sin embargo, esto no es suficiente porque López Obrador puede seguir en la lógica de más vale pedir perdón que pedir permiso. Si no hay sanciones a su conducta, esto prevalecerá hasta el día de la elección en una franca contradicción con lo que fue su postura cuando él era el candidato. De hecho, en la elección del 2006 si algo cuestionó (y con razón) fue la intervención del presidente Fox en la campaña. Por eso, después de su plantón en Reforma se exigió una nueva reforma electoral y en el 2007 se incorporó la prohibición expresa de la intromisión de los presidentes en los procesos electorales. Es necesario entonces obligar a que se aplique la ley. Establecer las medidas correspondientes para evitar que esto se repita.

Mientras tanto no podemos obviar la actitud zalamera de la exjefa de gobierno apoyando los dichos del Presidente (¿qué hubiera hecho si hubiera sido alguien que no fuera de su partido?). Pero si a ella y a sus compañeras les gusta aguantar vara, que quede claro que a las demás no. Por eso hemos luchado tanto. Para desterrar esas conductas y vivir libres de todo tipo de violencia. Así es que sí, en esto tampoco somos iguales.

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