La imparable ola de innovación tecnológica de nuestros días que ha desembocado en la Inteligencia Artificial (IA), está marcando el inicio de una nueva era productiva, tan transformadora como en su momento lo fue la Revolución Industrial. Sin embargo, junto a este avance, surgen imperativos éticos, sociales y económicos que demandan una respuesta clara y firme: una "Rerum Novarum Digitalium" que nos oriente hacia un futuro más justo e inclusivo, tal como lo hizo la “Rerum Novarum” del Papa León XIII, publicada el 15 de mayo de 1891 para abordar las injustas condiciones de los obreros en aquella era de revolución productiva de chimeneas, minas y telares a vapor.
Así como la Revolución Industrial generó una clase obrera vulnerable y explotada, la IA amenaza con concentrar la riqueza en pocas manos, relegando a muchos al margen del progreso. Sin embargo, eso no es culpa de la IA en sí, sino de la falta de una estructura social y democrática adecuada sobre la cual las nuevas tecnologías operen.
La desigualdad brutal de la Era Victoriana no fue culpa de las máquinas, sino de la sociedad que hizo operar el nuevo modelo productivo de forma deshumanizada. Tras varias crisis sociales, convulsiones globales y una Guerra Mundial surgió el moderno Estado de Bienestar en el mundo desarrollado, uno que se sostuvo precisamente por la productividad de la industrialización. Es decir, la industrialización de acero y carbón fue la gran palanca de justicia social moderna cuando se hicieron los pactos sociales correctos y se construyeron las instituciones adecuadas.
¿Cómo alcanzar entonces la meta de un nuevo “New Deal” en la era de la IA? ¿Cómo construir el nuevo “Pacto Social” digital? Primero, debemos asegurar una distribución equitativa de los beneficios de la IA, invirtiendo de verdad en educación y capacitación para que todos puedan participar en la economía digital y creando redes de seguridad que protejan a quienes pierdan sus empleos debido a la automatización, y no hablamos de obreros manuales únicamente, sino también de los profesionistas.
Segundo, debemos promover la transparencia y la rendición de cuentas en el desarrollo e implementación de la IA. Los algoritmos que influyan en nuestras vidas deben ser comprensibles y justos, y los ciudadanos deben tener la capacidad de cuestionar las decisiones automatizadas que les afecten, sean de origen público o privado.
Tercero, es indispensable un diálogo colaborativo entre gobierno, empresas, academia y sociedad civil para crear marcos éticos y regulatorios que aseguren que la IA se use para el bienestar general. La IA debe empoderar al ciudadano, antes que limitarlo. La "Rerum Novarum Digitalium" que urge que construyamos sería un llamado a construir una sociedad donde la IA sea herramienta de justicia social, democracia, inclusión y bienestar para todos.
Como señala el Papa Leo XIV, las instituciones tienen un papel crucial que jugar justo cuando pareciera que con la tecnología digital y la AI ya nadie las requiere. Las instituciones deberán evitar que la revolución de la IA sea fuente de división y desigualdad y, por el contrario, sea una oportunidad para un mundo mejor.
Finalmente, la "Rerum Novarum Digitalium" que necesitamos debe ser un proyecto colectivo. Como dijo una vez el Papa Juan Pablo II, "la tecnología debe estar al servicio del hombre, no el hombre al servicio de la tecnología". Esa sabiduría atemporal debe guiar nuestro camino mientras navegamos por los desafíos y las oportunidades de la era de la Inteligencia Artificial que ya está aquí para quedarse, para mal si no actuamos, y para bien si revisamos las lecciones históricas.
Rolando Zapata Bello
Senador de la República por Yucatán