Seamos optimistas respecto al futuro democrático del país, porque si no lo hacemos lo que sigue es rendirnos, caer en el desánimo y entregar la cancha a un movimiento revanchista y autoritario que sin duda terminará por arruinar a la Nación. Sin embargo, ser optimista no implica ser ingenuos y la primera ingenuidad que hay que evitar es que la democracia en México se puede salvar por las vías, instituciones y procesos rutinarios, ese puente hace mucho que lo cruzamos.

No hay vuelta atrás por la vía institucional únicamente. Es tal el daño al Estado de Derecho y la justa competencia política el que se ha hecho, que ya no existen las condiciones para que el mundo guinda sea removido del poder de forma normal.

En elecciones de Estado es casi imposible desplazar al partido del régimen, más aún si quienes tienen el poder ya no tienen pudor alguno para esconder sus tropelías o abandonar el terreno de los hechos e irse de lleno al mundo de la propaganda, algo que estamos observando de forma creciente. Por ahí no hay ruta viable.

Para que Morena pierda una elección nacional, primero tendrá que perderla de manera avasalladora en el ánimo social, incluso antes de ir a las urnas. La quiebra moral del régimen es la única vía posible en las condiciones actuales de equilibrios de poderes, que francamente no se ve cómo puedan hacerse más equilibradas.

Entonces ¿Cómo empezar a caminar esa vía, esa ruta, esos medios? La respuesta es las redes sociales y la irreverencia. En los años 50, 60, 70, 80 e incluso los 90, posicionar un tema en la conciencia nacional tomaba meses en los medios escritos y electrónicos, y la capacidad de censura del gobierno era casi absoluta.

Hoy posicionar un tema puede tomar horas y la capacidad de censura de la autoridad autoritaria (me gusta esa cacofonía) es relativamente limitada. Claro que quien tiene el poder puede saturar todo de propaganda y presentar “hechos alternativos” como se dice en el primer mundo o bien “otros datos” como ya se dice en nuestro medio. Sin embargo, un meme bien hecho, un Twitter (ahora un “X”) genial, un Instagram irresistible, un TikTok de antología, puede derrotar cualquier campaña pautada artificialmente.

Si las redes sociales presentes y las que vengan serán el medio, lo que nos falta definir es el lenguaje y ese lenguaje no será la reflexión sesuda o el párrafo perfectamente informado. Nada derrota al autoritarismo ni hiere de mejor manera al caudillismo que el humor, la comedia, la irreverencia. El autoritarismo es por definición protocolario, exige reverencia, se empeña en que se respete la investidura a toda costa. Y el mundo guinda no es excepción, les obsesiona respetar la investidura que ellos mismos se han dado, todo es ritual, todo es hablar a la historia, se gesticula hoy para la eternidad, es un teatro absurdo que con la pobreza de los resultados acumulados pronto será un teatro de lo absurdo.

Por eso, la tarea de todos los que todavía podemos emprenderla y asumirla es empezar a negar seriedad a un gobierno que no es serio y empezar a decirlo donde cuenta, que cada vez será menos en tribuna y los debates sesudos y más en los medios, la prensa escrita, la electrónica, los foros, los encuentros hasta de calle y especialmente las redes.

La renovación democrática que viene, la que tenemos que empezar a construir, va a tener como detonador un meme, un hashtag, un diálogo de humor irresistible e invencible. Lo digo con toda la seriedad del caso, la risa será para la democracia también la mejor de las medicinas.

Diputado federal.

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