La figura de Ernesto Zedillo sigue generando debate y diversas interpretaciones en el complejo entramado de la historia política mexicana. Si bien su administración no estuvo exenta de desafíos y controversias, es fundamental reconocer su papel protagónico y trascendental, en lo positivo, para la transición democrática del país. Minimizar o atacar su legado puede socavar la comprensión de un momento histórico crucial y sus implicaciones para el presente y futuro de México.

Zedillo asumió su presidencia en un contexto particularmente adverso en lo económico y en medio de una persistente inestabilidad política y social. A pesar de este panorama desafiante, Zedillo demostró un compromiso firme con la consolidación de la democracia y la promoción de la transparencia en la gestión pública. Todo lo que Morena ha probado detestar: transparencia, pluralidad y participación ciudadana en el gobierno son hoy anatema.

Sin duda, uno de los momentos más emblemáticos y definitorios de su mandato fue su decisión de no interferir en el proceso electoral del año 2000. Este acto de profunda responsabilidad abrió el camino a la alternancia en la Presidencia de la República. La democracia por encima del poder, no un poder que desdeña a la democracia.

También y más allá de su papel en la transición política, es importante reconocer que Zedillo implementó y consolidó políticas económicas que contribuyeron de manera significativa a sentar las bases para la estabilidad macroeconómica y el crecimiento sostenido a largo plazo.

Atacar la figura de Ernesto Zedillo y cuestionar su legado en este momento no es un asunto casual y sí dice mucho de hacia dónde quieren que marche el país quienes han maquilado y maquinado su ascenso al poder y no tienen intenciones de cederlo. Con Zedillo se le dio autonomía al árbitro electoral, el IFE (ahora el INE), una autonomía que ahora está bajo amenaza. También con Zedillo se le dio autonomía a la CNDH que ahora pareciera ser un coto familiar e ideológico.

La moderna configuración del Poder Judicial, la que será exterminada entre tómbolas y elecciones barrocas, es también de ese momento en la historia política nacional. La autonomía de la Auditoría Superior de la Federación también se gestó bajo el mandato de Zedillo así como la autonomía del Banco de México que también se consolidó, así no se haya gestado en esa coyuntura, todo lo que pronto pueda estar en la mira. No lo digo a la ligera.

Sin embargo, la gran nota a tomar es que si hay alguien que desmanteló al presidencialismo fue precisamente Ernesto Zedillo, y lo hizo apostando por la pluralidad, la participación ciudadana, la creación instituciones de Estado autónomas, profesionales y ciudadanizadas. Así que no puede ser coincidencia el asalto contra su figura por parte de quienes están restaurando el presidencialismo, el gobiernismo y hasta el caudillismo en México.

Morena no solo quiere destruir la arquitectura democrática del Estado Mexicano, quiere incluso acabar con quienes fueron parte del equipo de arquitectos que la hicieron posible: ¿quiénes seguirán en el banquillo de los “acusados” por los inquisidores guinda? Morena se comporta como Iván “El Terrible” en la Rusia medieval, quieren arrancarle los ojos a los arquitectos que construyeron sus más bellas catedrales para que ya no se construyan más. El presidencialismo y el caudillismo regresan a cobrar sus venganzas contra la democracia, esa es la certeza de nuestros peores temores.

Senador de la República por Yucatán

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