México se enfrenta a una encrucijada crítica para arropar a los millones de connacionales que viven en Estados Unidos. La capacidad del país para proteger a sus ciudadanos en el extranjero está seriamente comprometida por una serie de factores internos. Una democracia fuerte y vigorosa en el escenario internacional se construye dialogando internamente y se defiende haciendo posible la unidad plural del país, elementos que parecen ausentes en el accionar del gobierno de Morena.

El gobierno actual, marcado por tendencias proto-autoritarias, enfrenta serios cuestionamientos sobre su compromiso con la democracia, la transparencia y la justicia no sólo dentro del país, sino en el contexto global, empezando por la OEA y terminando por decenas de ONGs de alcance mundial. La corrupción rampante, las zonas grises con grupos delictivos, y un margen fiscal y económico cada vez más estrecho debilitan la capacidad del Estado para actuar como un defensor efectivo de los derechos de nuestros connacionales.

El proyecto de apropiación del poder que observamos en Morena socava la confianza en las instituciones y limita la capacidad de México para exigir respeto en el ámbito internacional. Esta realidad se evidencia en la creciente dificultad y falta de voluntad para hacer valer los derechos de los mexicanos en el vecino país, donde la diplomacia requiere de la fuerza que otorga la legitimidad interna.

Un gobierno que concentra el poder de manera unipersonal y unilateral con reformas que han destruido instituciones esenciales para el país, genera desconfianza y limita la capacidad de México para ejercer presión diplomática y exigir el respeto de los derechos de sus ciudadanos en Estados Unidos. La polarización interna, con un discurso que divide al país entre "ellos y nosotros," dificulta, a su vez, la construcción de un consenso nacional en torno a la defensa de los derechos humanos de millones de familias.

La fragilidad económica y financiera agrava aún más la situación. Un manejo económico, energético y logístico cuestionable desde el 2018 y la dependencia de la inversión extranjera, en particular de Estados Unidos, para que la base productiva no colapse, convierten a México en un país susceptible a presiones externas. Un simple gesto de desaprobación por parte de Washington podría desestabilizar la gobernabilidad interna y poner en jaque el proyecto de control político total de Morena. En un Estado donde se pierden certezas en materia económica, de salud y seguridad, es difícil proyectar una imagen de fortaleza y estabilidad que inspire confianza a nivel internacional.

Así, el gobierno mexicano, consciente de sus debilidades internas, se ve obligado a adoptar una postura dócil y complaciente, priorizando la estabilidad política y económica por encima de la protección de sus ciudadanos.

Debemos aspirar a ser ciudadanos, no siervos, y construir un país donde la dignidad y la justicia sean la base de nuestras relaciones internas y externas. Solo así, México podrá recuperar su legitimidad y fortaleza en el ámbito internacional y garantizar una defensa efectiva de los derechos de sus ciudadanos en el extranjero. La fuerza del autoritario siempre será de papel frente al poder global real, pues es una fuerza sin alma, surgida de comprar o cooptar conciencias y nunca de verdadera estatura moral. Esa es la lección que estamos pagando.

Senador de la República por Yucatán

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