La semana pasada fue negra para las bolsas de valores mundiales, aunque al final recuperaron algo de la caída que tuvieron. Una vez más, las causas fueron varios datos de débil actividad económica en Alemania y China. La economía más importante, sin embargo, Estados Unidos, sigue creciendo.
Ha continuado aumentando su empleo, crédito bancario, hipotecas para comprar vivienda, ventas y otros indicadores de actividad real. Hay un contraste, sin embargo, en el mercado financiero. Un indicador que muchos consideran predictor muy confiable de recesión, es cuando el rendimiento anual de un bono a 10 años es menor que el rendimiento de uno a 2 años.
Una relación así sugiere que hay en el mundo mucho más ahorro que inversión y que ésta no ofrece perspectivas de rendimientos atractivos. Por lo tanto, que es mejor no invertir y esperar. Y como esta lectura pesimista de la inversión a mayor plazo, vino acompañada del dato de una caída en el producto de Alemania en el segundo trimestre, así como de mayor desaceleración en China, causó una estampida hacia la compra de instrumentos seguros, es decir los bonos gubernamentales de Estados Unidos y unos cuantos otros países.
Sin embargo, estas reacciones no permiten distinguir entre países que no han superado la secuela de la recesión de 2008, porque no cambiaron realmente sus condiciones estructurales; y los países que sí hicieron cambios, o bien que no tuvieron desplomes demasiado profundos en sus sistemas bancarios.
En el primer caso están Europa y, en menor medida, China, quienes experimentan hoy una recaída más del mismo mal que no han corregido. En el segundo caso, el ejemplo más notable es Estados Unidos. Éste sí limpió las carteras malas de sus bancos y redujo su dependencia de energía importada y a la vez impulsó a su propio sector de energía. También ha desregulado mucho su actividad económica, aunque aún le falta. Y arriesgó su posición fiscal para reducir impuestos y con eso dar un impulso extra a la demanda y la inversión. Al hacerlo, quitó presión al Fed para que siguiera bajando las tasas de interés como la sola herramienta para revivir la economía.
En las caídas de la semana pasada hay entonces que distinguir entre el debilitamiento real en varios países, como Alemania y China, que siguieron dependiendo en exceso del mercado externo; y Estados Unidos, donde continúa el crecimiento, pero hay vulnerabilidad por el contagio de los mercados financieros.
El peligro de contagio de los países grandes (Europa y China) a Estados Unidos es por la inundación de dinero extranjero hacia el refugio de los bonos gubernamentales y algunos corporativos estadounidenses. Esto plantearía un problema muy difícil de manejar para bancos, aseguradoras y fondos de pensiones estadounidenses.
No es exagerado decir que cualquier intervención de sus autoridades estaría justificada si es para evitar el contagio de tasas de interés muy bajas o negativas, pues no hay libreto para manejar ese problema. De ahí la incomodidad estadounidense con China, por su mercantilismo comercial y ahora con la depreciación de su moneda. Y con Alemania, por insistir en un modelo de crecimiento basado en la exportación. Nada menos que Emmanuel Macron, presidente de Francia, ya declaró que el modelo alemán de descansar en las exportaciones a sus vecinos “muy probablemente ya llegó a su fin de ciclo…”.
Como no hay un clima de cooperación global, cada país seguirá su propio curso y sus propios intereses. Lo más valioso que hoy tienen países de economías medianas o grandes es su mercado interno.
Analista económico.
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