En países desarrollados la discusión sobre la pobreza se enfoca en el trabajo. En la tasa de desempleo y también y cada vez más, en quienes trabajan, pero viven en pobreza, en “the working poor”. En México en cambio, la discusión sobre pobreza se enfoca en los “programas sociales”. Paradójicamente tanto “opositores” como “gobierno” (actuales o anteriores), comparten ese enfoque sesgado.
La comparación internacional puede ayudarnos a entender y enfocar mejor las acciones frente a la pobreza.
En 2020, en plena pandemia, 4.1% de la fuerza laboral en Estados Unidos tuvo ingreso laboral por debajo del umbral de pobreza de ese país. 6.3 millones son “working poor”, en una población económicamente activa de 153.2 millones. (Datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU)
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) de la ONU, publicó en 2019, el estudio “The working poor”, con el subtítulo: “o como un empleo no es garantía para vivir en condiciones dignas”. El estudio, informa que 21% de las personas trabajadoras en el mundo, una de cada 5, son working poor.
En la Unión Europea el 9% de las personas trabajadoras están en riesgo de caer en pobreza (EuroStat) en 2021 por su bajo salario. Un urgente llamado conjunto del presidente de UNIAPAC —organización internacional de empresarios católicos— y la subsecretaría general de la Confederación Sindical Europea, alertaban sobre el crecimiento de “the working poor” en todos los países de la Unión Europea entre 2011 y 2020. Y con voz unificada convocan a tener “valentía para cambiar” esta realidad.
Aclaro que estos datos no son comparables entre sí, pues utilizan “umbrales de pobreza” diferentes y porque hay diferente poder adquisitivo en cada contexto. Los datos de México tampoco son comparables, pero conocerlos nos da idea de las dimensiones de nuestra tragedia laboral. Y debe servir para reenfocar esfuerzos frente a la raíz laboral de la pobreza.
Coneval reporta que desde 2005 alrededor del 40% de la población tiene un ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria, es decir, a la línea de pobreza EXTREMA, como en África. El dato más reciente: 40.1% (2022-III).
El Observatorio de Trabajo Digno de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza usa un umbral de pobreza equivalente al costo de dos canastas básicas, pues el salario debe ser suficiente para mantener a quien trabaja y su familia y en México cada perceptor de ingreso mantiene a una persona más en promedio.
Con ese umbral, 71% de la población ocupada en nuestro país, 35.6 millones de personas, son working poor, carecen de ingreso laboral suficiente. Si solo consideramos a quienes tienen un trabajo subordinado asalariado, son 22.1 millones de personas, el 68%, como en Honduras (Datos INEGI, ENOE 2022 - II).
El trabajo formal no es garantía. 8 millones 414 mil personas con trabajo formal son working poor, 4 de cada 10 trabajos registrados en el IMSS carecen de salario suficiente (Datos IMSS Enero 2023).
Aunque la comparación no sea precisa, es evidente que los niveles de la precariedad laboral en México son inaceptables. Se parecen a realidades africanas o de los países más pobres de Centroamérica. Son niveles fuera de proporción respecto al tamaño, el dinamismo y la capacidad de nuestra economía. Reflejan un deterioro anormal del salario y de las condiciones laborales en general.
Esta realidad debe cambiar. Pagar salario suficiente es indispensable para garantizar el derecho humano a un trabajo digno. Nóminas con 8,600 pesos, al mes, libres, como mínimo. Es una acción urgente, no hay que esperar a que el salario mínimo legal lo ordene. Es un monto factible para la gran mayoría de las empresas medianas y grandes. Y es ineludible para quienes se dicen “socialmente responsables”.
Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo