En un país donde millones de jóvenes no cuentan con estudios universitarios y se les cierran oportunidades de trabajo digno, la educación media superior (EMS) técnica necesita una “sacudida de fondo” a fin de que se convierta en una ruta de movilidad social que además impulse la productividad.

Hay dos momentos trascendentes en la historia de la educación técnica en México que pueden inspirar esta gran “sacudida”: la creación del IPN -cuyo lema retomo en el título de este texto- surgido para responder a los retos de la expropiación petrolera y la creación del Conalep para enfrentar los retos derivados de la apertura a la globalización.

Ahora se presenta un nuevo momento para responder a los retos de la relocalización y de la transición tecnológica a los “trabajos del futuro”. La SEP ha anunciado un “Nuevo Plan Integral del Sistema Nacional de Bachillerato”. El Plan propone crear un certificado nacional para el bachillerato tecnológico unificado y promueve la actualización de los planes de estudios.

Estas son buenas noticias porque en México hay millones de jóvenes que no concluyen la EMS o se quedan ahí. Solo 38 de cada 100 jóvenes llegan a la universidad.

La EMS técnica necesita una gran sacudida, primero para ser valorada por el sistema laboral y por las familias, como sucede en muchos países desarrollados. Ocupamos el último lugar en la OCDE por la proporción de jóvenes con estudios técnicos no universitarios con un rídiculo 2% muy lejano del 54% de Austria, el 42% de Francia o el 38% de Alemania.

La revalorización de la EMS técnica solo es posible si facilita el acceso en un plazo más corta y a una edad más temprana a empleos bien pagados y con prestaciones. Esto solo es posible si la formación que ofrece está vinculada con la dinámica económica de cada lugar.

La actualización de los planes de estudio requiere más bien una innovación educativa a fondo. Hay que crear nuevas formas más flexibles de educación dual, que garanticen que quienes estudian EMS técnica cuenten con una experiencia práctica valiosa y sustantiva en centros de trabajo de sus áreas de estudio. Es absurdo que actualmente menos de la mitad de los estudiantes de bachilleratos tecnológicos tengan experiencias de prácticas profesionales, pasantías o estancias (INEGI, ENILEMS 2019).

La innovación debe ir a fondo, pues en la práctica la EMS técnica sigue siendo una “preparatoria” para la educación superior. Sin dejar de ser bivalente, urge innovar el enfoque tradicional supeditado al “bachillerato general”.

Se requiere un giro de 180 grados para asumir una identidad y propósito propio: formar profesionales técnicos y así superar el enfoque por materias, reorganizar la carga horaria para invertir las prioridades educativas hacia el aprendizaje desde la experiencia. El nuevo certificado nacional unificado de la EMS técnica debería evaluar sobre todo el conocimiento práctico y aplicado, evitando los exámenes memorísticos.

Los efectos benéficos de una sacudida que innove, actualice, vincule y revalore la EMS técnica son múltiples:

En la economía contribuiría a romper el ciclo de baja productividad, bajos salarios y trabajo precario que afecta al menos a la mitad de la población económicamente activa.

En lo social, tendría un gran impacto frente a la desigualdad, pues abre una vía de superación personal a millones de jóvenes, sin estudios universitarios, que en su mayoría provienen de hogares con carencias sociales y pobreza, pues les permitiría acceder a oportunidades de trabajo en condiciones dignas.

Paradójicamente, en lo educativo podría llegar a ser una vía más eficaz para que más jóvenes cursen estudios superiores u otras especializaciones, pero en una etapa posterior, como resultado natural de la experiencia laboral.

Consultor internacional en programas sociales. @rghermosillo

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