En muchos países desarrollados millones de jóvenes deciden estudiar carreras técnicas como un proyecto de vida válido, valorado socialmente, que les permite conseguir trabajo decente y con buen salario en un plazo más corto que una carrera universitaria. En cambio, en México, la educación técnica es poco valorada. Nuestro país ocupa el último lugar en la OCDE por la proporción de jóvenes con carreras de nivel técnico, con un ridículo 2%. El Conalep y demás escuelas técnicas están menospreciadas, son las últimas opciones buscadas por jóvenes que salen de secundaria.
La aspiración -legítima- más común es “ir a la universidad”, pero la realidad es que de cada 100 niñas y niños que ingresan a primaria, aunque 77 entran al bachillerato, sólo 53 lo concluyen y peor aún solo 38 entran a la universidad y 27 la terminan (Datos SEMS-SEP). Quienes se quedan en el camino son en su mayoría jóvenes en pobreza, lo que fortalece el círculo vicioso de la desigualdad.
Los dos anuncios presidenciales del lunes 13/1/2025 pueden ser buena noticia, pues pueden potenciar la educación técnica para convertirla en palanca para la movilidad social de jóvenes sin estudios universitarios y para la productividad del país.
El primer anuncio busca eliminar la dispersión de los múltiples subsistemas de bachillerato y dar un segundo certificado técnico a quienes estudien en bachilleratos técnicos. Es una buena medida que puede abrir oportunidades de trabajo para jóvenes sin estudios universitarios, pero siempre y cuando además del certificado se actualicen los planes de estudio y se vinculen con la dinámica productiva de cada lugar.
La subsecretaría Tania Rodríguez anunció también ese día la posibilidad de crear una opción para quienes dejaron su bachillerato trunco (son más de 11 millones de jóvenes menores de 30 años). Esta opción de “2ª oportunidad” —como se le conoce en la Unesco— debería ser un bachillerato técnico, que hasta ahora no existe.
El problema es que las opciones actuales (prepa en línea, prepa abierta, examen Acuerdo 286) siguen el modelo del bachillerato general, su currículo y exámenes están organizados por materias y no preparan para el trabajo. Lo que la mayoría de jóvenes en rezago educativo requieren es un bachillerato “híbrido” centrado en el desarrollo de habilidades que les permitan conseguir trabajo.
El segundo anuncio del lunes pasado apuntala esta posibilidad. El Plan México incluye la meta de graduar 150 mil profesionistas y técnicos anualmente. Esta meta puede generar la tracción para rescatar la educación media superior técnica de su abandono.
Y puede ir más allá, para lograr más resultados en reducción de desigualdad, si jóvenes en rezago educativo y sin trabajo reciben una beca y participan en un modelo dual de capacitación en el trabajo y acreditación de la EMS en programas conjuntos entre empresas y organizaciones civiles especialistas. Quizá sería una modalidad del programa Jóvenes Construyendo el Trabajo (JCF).
Hay ya experiencias piloto para diseñar el bachillerato técnico de 2ª oportunidad. Un estudio reciente del Cinvestav documenta también programas realizados por organizaciones civiles asociadas a empresas con participación de aprendices del programa JCF. En esas experiencias la capacitación en el trabajo se innovó con un fuerte componente de “habilidades blandas” y al final se impulsó la inserción laboral con muy buenos resultados.
Estas experiencias exitosas se podrían replicar y expandir a fin de que entre los miles de nuevos técnicos requeridos por el Plan México haya jóvenes que hasta hoy están sin trabajo y en rezago educativo. Esta acción de inclusión social y reducción de desigualdades cabe bien en el Plan México, en el nuevo Sistema Nacional de Bachillerato y en el proyecto de transformación ¿o no?
Consultor internacional en programas sociales