El último lunes del mes de mayo es día feriado en los Estados Unidos, Reino Unido y otros países– su origen se remonta al lunes de Pentecostés - y tradicionalmente se considera como el inicio de la temporada de verano, en donde después de meses de clima frío la gente se prepara para disfrutar de un periodo vacacional. Este año, sin embargo, el día fue distinto ya que también marcó en la psique de las personas el fin del periodo de cuarentena, especialmente en grandes urbes como Nueva York, Londres o Chicago, en donde parques y espacios públicos se vieron visitados por grupos de personas que disfrutaron de actividades al aire libre – sin conservar, en muchos casos, las disposiciones de distanciamiento físico –.
Hay varios elementos particulares que se reflejarán durante el verano, a los que les debemos de prestar atención especial, porque pueden constituirse en focos rojos. El primero es la posibilidad de un rebrote en el número de casos de Covid-19 conforme se reactiven las actividades. El segundo son las reacciones sociales y protestas violentas, producto del periodo de confinamiento. Además, al ser el turismo un fenómeno social, en el que el ser humano se constituye como epicentro, es crucial encontrar un balance entre la hospitalidad y la seguridad sanitaria para no perder su esencia. Finalmente, las secuelas económicas y los devastadores efectos en las cadenas de suministro de las empresas turísticas, que se acentuarán conforme se note la disminución y cambio en el volumen de operaciones.
Para empezar, asociaciones turísticas, empresas, y autoridades alrededor del mundo se encuentran preparando el reinicio de actividades, aplicando en el mejor de los casos de manera irrestricta: estándares de calidad, protocolos de manejo de alimentos, disposiciones de distanciamiento físico, pruebas para detectar casos positivos, esquemas de rotación de equipos de trabajo, certificaciones o sellos de seguridad sanitaria, canales seguros entre países, entre mucho otros más para garantizar al viajero la seguridad sanitaria. No obstante, existe una gran incertidumbre sobre si al reactivarse el flujo de personas entre regiones y países, se presentarán rebrotes que derivarán, nuevamente, en un cierre total o parcial de la actividad turística que, por estar seguido de por lo menos un trimestre de parálisis, tendría efectos devastadores. Diversos modelos como el realizado por el Prof. Adam Kleczkowski (https://statisticallyinsignificant.uk/2nd-wave/) indican que un leve cambio en la tasa de reproducción (R) puede generar un incremento importante en el número de contagios.
Las protestas que se han suscitado en los Estados Unidos y en otras partes del mundo en los últimos días son un reflejo de la tensión acumulada por diferencias socioculturales que se acentuaron por el confinamiento. Al reencontrarse las personas con un derecho que consideran inherente, pero que temporalmente (y en muchos casos, por primera ocasión) les fue retirado, se crea un shock con la posibilidad de salir nuevamente. Las vacaciones representan, como lo ha sido en por al menos dos generaciones, espacios para la distracción, que al no estar constreñidos a su entorno habitual podrán representar áreas de liberación y, en algunos casos, excesos.
El tercer elemento a prestar atención será la propuesta de valor de la actividad turística. El reto para los prestadores de servicios turísticos y destinos no es sólo capacitar, comunicar y aplicar satisfactoriamente los nuevos estándares, sino mantener el sentido de identidad y autenticidad en las experiencias de viaje. ¿Cómo atender al turista con calidez y hospitalidad sin trasgredir los protocolos establecidos, usando tapabocas, guantes, detrás de una mampara y a dos metros de distancia? La respuesta implicará un alto grado de innovación, uso de tecnología y mucha creatividad en la manera de brindar los servicios.
El último elemento a considerar serán los efectos económicos que todas las empresas del sector resientan conforme avance la temporada. En muchos casos se espera que los mercados regionales y domésticos permitan mantener a flote y provean de un flujo de efectivo que es vital para la supervivencia. Sin importar si existan o no incentivos fiscales o monetarios, una reducción en el volumen de transacciones y su precio se reflejará severamente en las previsiones financieras del sector. En muchos casos no sólo serán devastadores por la pérdida de empleo directo sino por la potencial destrucción de las cadenas de suministro de las empresas.
Hay una percepción de que en cuanto se reinicien actividades económicas y el periodo vacacional comience, lo peor ya pasó. Sin embargo, existen elementos inciertos que harán que la actividad turística, como dice la canción, aun cuando el mercado anhele, “las playas tan doradas que me pongo a llorar de emoción” tengan un verano peligroso.
Director General del Fideicomiso de Turismo de Los Cabos