Aunque es debatido, el consenso es que la bacteria Yersinia pestis fue la causante de la muerte de por lo menos una cuarta parte de la población en Europa en el siglo XIV. La peste negra ha sido la pandemia más devastadora de la humanidad. De acuerdo con los historiadores, llegó a Sicilia en barco proveniente de Crimea y se propagó vía personas y mercancías al resto del continente, afectando especialmente las zonas urbanas más pobladas. Debido al nulo conocimiento científico que se tenía, no pudo ser contenida y provocó millones de muertes. La ciudad de Dubrovnik, hoy Croacia, como medida de contención, impuso la restricción de permanecer por cuarenta días aislados a los barcos mercantes que llegaban, creando lo que se conoce como cuarentena.
Hoy en día, en el contexto de COVID-19 la situación no es tan diferente que hace siglos, cuando la peste negra devastó a Europa. El reciente anuncio del gobierno de Canadá de restringir los vuelos a México y el Caribe, hasta el 30 de abril, es sólo uno de los muchos ejemplos que se han presentado desde que inició la pandemia; países enteros han cerrado completamente sus fronteras a cualquier otra persona que no sea residente o ciudadano, imponiendo cuarentenas obligatorias, restringiendo vuelos internacionales y confinando a sus habitantes dentro de su territorio.
Es indiscutible que los gobiernos están obligados a actuar conforme a los marcos jurídicos y legales que les compete, para aplicar las políticas o procedimientos que consideren más convenientes para controlar la propagación del virus y proteger a sus ciudadanos. No obstante, como en épocas medievales, estos esfuerzos se están llevando a cabo de manera unilateral, aislada, descoordinada y sin considerar otros aspectos relevantes como el impacto social, económico, cultural, al medio ambiente e, incluso, a las familias.
En la teoría moderna de juegos existe el equilibrio de Nash, que es un concepto de solución, en donde el equilibrio se alcanza cuando el jugador adopta su mejor estrategia en determinada situación, lo que permite que maximice su ganancia dadas las estrategias de los otros. Lo que ocurre, tanto con las medidas restrictivas como con las vacunas, es exactamente eso. Aunque el mejor resultado para todos se daría si hubiera cooperación y se coordinaran los esfuerzos, dado que cada cual persigue su propio interés, y ninguno puede confiar en el otro, se está terminando en una situación en la que cada país está minimizando su posible pérdida.
Es probable que, derivado de las recientes mutaciones del virus, el lento proceso de suministro de las vacunas y, sobre todo, la descoordinación con la que se están realizando estos esfuerzos entre países, tengamos que enfrentar la COVID-19 y sus secuelas un par de años más. Esto sin importar que, a diferencia del siglo XIV, hoy sí existen avances científicos y métodos para detectar a las personas positivas, aislarlas y contener la propagación.
La industria del turismo y la hospitalidad, sin lugar a duda, está enfrentando su reto más importante de la historia, ya que la movilidad de las personas está asociada a la propagación de la pandemia. Sólo trabajando de manera unificada entre países, empresas, organizaciones y líderes del sector se podrá resarcir el grave impacto que vivimos en el mundo entero. Mientras tanto, así como la peste negra viajó en barco, hoy el virus del COVID-19 viaja en avión.
Director General del Fideicomiso de Turismo de Los Cabos