Por al menos una década la Cooperativa Cruz Azul ha estado al centro de una historia envenenada por la mezcla de apetitos familiares, financieros y del futbol. Esta disputa acaba de incluir un claridoso episodio, asentado ya en actas judiciales, donde el jerarca de la corporación, Guillermo “Billy” Álvarez Cuevas, es hundido por su hermano menor, como le revelaré hoy con detalle.
Es imposible no tener en cuenta la sordidez de este caso, alimentada por nuevos indicios de lavado de dinero en el futbol mexicano. Los empresarios del ramo se apuraron a controlar daños mediante juramentos y golpes de pecho, al parecer dispuestos a sepultar la franquicia del equipo Cruz Azul si las pesquisas no avanzan más allá.
José Alfredo Álvarez Cuevas aparece en la denuncia publicada el 29 de mayo por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), que dirige Santiago Nieto, como parte de una conspiración de lavado de dinero y delincuencia organizada por 1,300 millones de pesos, cifra que no ha dejado de crecer en posteriores señalamientos. Los otros imputados son su hermano Guillermo, y un cuñado, Víctor Manuel Garcés Rojo.
De acuerdo con un expediente de la Fiscalía General de la República (FGR), que conduce Alejandro Gertz Manero, al que tuvo acceso el autor de este espacio, el 3 de junio José Alfredo Alvarez envío un escrito en el que solicita acogerse al “criterio de oportunidad”, como denomina el nuevo sistema penal al pacto con la autoridad para recibir una pena menor a cambio de delatar a otros culpables, en este caso a familiares suyos.
En días posteriores José Alfredo fue interrogado por la FGR para ratificar su escrito, cuyas partes más graves, según su testimonio, son las cuatro siguientes: el lavado de dinero mediante la compra de jugadores para el equipo de futbol fijando sobreprecios; la utilización de empresas fantasma “que cobraban servicios que no se prestaban”, pero que presentaban facturas falsas.
También, “indebidas aportaciones a fideicomisos del patrimonio propiedad de la Cooperativa y sus socios, sin facultades para hacerlo y sin la aprobación de la Asamblea General de Socios”.
Asimismo, dice la declaración judicial de José Alfredo Alvarez, “el pago excesivo de servicios profesionales a despachos externos para la atención de asuntos legales que no prestaron o que, si se prestaban, no defendían o patrocinaban los intereses de la Cooperativa, sino de su director general, Guillermo Héctor Álvarez Cuevas…”.
El declarante detalló los diversos cargos que en la Cooperativa le permitieron tener acceso a documentos sensibles. Gracias a ello reconoció, de entre las pruebas recopiladas por la UIF y la FGR, medio centenar de facturas falsas, con un importe inicial cercano a 300 millones de pesos, así como un amplio número de empresas presumiblemente fantasmas.
La declaración es prolija en señalamientos directos contra quien es ampliamente conocido como “Billy” Álvarez, el cual asumió la dirección general de la Cooperativa en 1988, fue ratificado en 1988 y permaneció en el cargo pese a un creciente número de señalamientos, lo que incluyó una profunda crisis en 2013, cuando incluso se le dio por destituido, lo que a la postre no ocurrió.
José Alfredo es el hijo menor de los tres que prohijó la familia Alvarez Cuevas. Su padre, Guillermo Álvarez Macías, nacido en 1919, fue hijo de un inmigrante que, en 1937, a los 18 años, comenzó a forjar una leyenda tras emplearse en la fábrica de cal propiedad del empresario inglés Henry Gibbon. Quince años después Alvarez Macías ya dirigía la compañía, donde emprendió importantes innovaciones, y en 1965 incorporó a su hijo Guillermo cuando éste tenía 20 años. Antes, en 1961, había fundado el equipo de futbol, inicialmente formado en su mayoría por obreros de la factoría.
Este relato luminoso ha quedado enlodado entre acusaciones cruzadas, abogados de millonarios y muchas influencias, lo que ha derivado en versiones contradictorias y noticias falsas. Todo ese polvo forma una cortina que todavía no nos deja ver la historia completa.
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