La vieja liturgia de la política mexicana atribuía al quinto año de gestión la cúspide del poder presidencial, que para lograrlo posponía lo más posible la definición de su relevo en Palacio, momento en que el dominio absoluto era transferido a un delfín-heredero. Eso no ocurrirá con Andrés Manuel López Obrador. Si bien apenas arranca la quinta etapa del sexenio, a sus pies ve crecer un proceso sucesorio cada vez más en llamas.
Dentro y fuera del gobierno López Obrador se asume que, tras su determinación de abrir el juego de los aspirantes o “corcholatas”, el activismo que se les permite en múltiples foros atrae ya una tensión que puede despedazar al gobierno en los siguientes meses y provocar una suerte de guerra civil a todos los niveles de la autoproclamada cuarta transformación.
Frente a tal panorama, se multiplicaron las voces en favor de que los precandidatos más visibles — Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal — dejaran sus cargos para caminar el país sin lastimar el desempeño de las áreas gubernamentales que tienen encomendadas, y tampoco servirse de ellas para apuntalar sus pretensiones.
Esta expectativa —la renuncia colectiva de aspirantes en Morena — ha ido perdiendo aliento, especialmente entre quienes creen que los dados están cargados en favor de la señora Sheinbaum. Si alguna vez calcularon que la vencerían estando todos a la intemperie, ahora parecen apostar al desgaste de todo el modelo concebido por el Presidente. Al final, ninguno se irá, por su propio pie, al menos durante el largo periodo que cubrirá el quinto año de la administración.
Este escenario invalida también los esfuerzos que estaban siendo librados desde algunas trincheras para alentar una ruptura. En ese caso se encuentran los intentos de Dante Delgado, de Movimiento Ciudadano, para fichar a un personaje clave en el entorno de López Obrador. Lo mismo sucedió con actores de la oposición en el Senado en busca de llevar a Ricardo Monreal a la presidencia de este y que desde ahí se confrontara con Palacio.
Un viejo texto de sabiduría política sugiere: “Cuando tu adversario se esté equivocando, no lo interrumpas”. Eso parece identificar a varios aspirantes en este momento, así como a sus equipos y alianzas. Su cálculo es que tras un año podrían seguir completos, pero quizá no ocurra lo mismo con la enorme concentración actual de poder en las manos presidenciales.
Otro fenómeno en plena fermentación está siendo nutrido por aquellos seguidores de López Obrador a los que la 4T “no les ha hecho justicia” en la forma de un puesto público, un cargo de elección u otro beneficio. Porque si no fue para eso que estuvieron en la brega todos estos años ¿entonces para qué? En las grandes multitudes que marcharon con el ahora presidente pueden ser legiones quienes cobijan este desencanto.
Apuntes: Hidalgo, cuna de fundadores y de líderes relevantes del PRI, cerró ayer un ciclo de 93 años bajo gobiernos del Institucional. La asunción como gobernador de Julio Menchaca, postulado por Morena, es la penúltima llamada para la virtual extinción de ese partido, al menos como lo conocieron las últimas cuatro generaciones. El capítulo final, cualquiera que sea su desenlace, será escrito por los relevos gubernamentales del próximo año, en el Estado de México y en Coahuila Santiago Nieto, extitular de la Unidad de Inteligencia Financiera, apareció ayer como encargado de la Procuraduría de Justicia hidalguense, considerada aún parte del gabinete ampliado local. Su tarea, interina, se enfocará en la construcción de una fiscalía apegada al nuevo sistema penal y con perfil autónomo.
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