Cada día se prenden más alertas rojas ante el impacto que nos traerá la crisis por el Covid-19. Voces sólidas anticipan que México será el país más afectado de América Latina. Expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y eminencias científicas nacionales señalan una estrategia deficiente, mala coordinación institucional y un posicionamiento del presidente López Obrador lamentado a nivel planetario.
Los ejes de la discusión están dominados en favor de más pruebas a sospechosos de contagio. Reportes especializados han calculado las cifras comparables de exámenes por cada millón de habitantes: Corea del Sur, 5,561; Italia, 2,514; Canadá, 1,023; Estados Unidos, 316; Japón, 130. América Latina se halla muy rezagada: destacan Panamá (176) y, sin conocerse un balance, se pondera la tarea de Perú y de Chile como los mejores de la región. Brasil reporta extraoficialmente 14, y Colombia, 51. Nuestro país solo ha dado cifras sesgadas sobre pruebas.
Poco o nada se sabe, tampoco, de la capacidad instalada (física y de personal médico) para atender a los pacientes graves que genere este virus por parte de nuestro sistema de salud, empobrecido durante las últimas décadas, como lo expuso el doctor Samuel Ponce de León, uno de los epidemiólogos e infectólogos más respetados en el país.
También hay datos duros sobre los paquetes de rescate financiero establecidos por muchas naciones, y el porcentaje que representan de su PIB, para elevar el gasto social, controlar tipo cambiario y tasas de interés, garantizar el abasto de básicos, estimular a empresas a no despedir personal, aliviar la carga de créditos bancarios, etc.
China meterá a su economía fondos de respiro por 5% de su PIB; Estados Unidos, 2.3%; Francia, 1.7%; Italia, 0.7%. Hace unos días el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, dio declaraciones sobre la necesidad de definir un monto. Al día siguiente el presidente López Obrador lo desmintió y dijo que se dispondrá de “todo el dinero necesario”.
Dentro de este panorama existe un debate cada vez más intenso sobre el rol que deben asumir los medios se comunicación frente a esta emergencia que nos hará retroceder años en los niveles de bienestar generales, traerá millones de nuevos pobres, desnudará nuestro frágil sistema de salud y empujará a la quiebra económica a familias y negocios de todos los niveles.
En segmentos gubernamentales corre la especie de que las grandes casas informativas, periódicos y televisoras están apurando al gobierno a destinar sumas enormes para pagar campañas de prevención en favor de la sociedad. Se alude incluso a los 1,500 millones de pesos que al cierre de la administración Peña Nieto se pagaron a medios para financiar oficialmente la campaña contra el chinkungunya.
A falta de un posicionamiento oficial ante este tema, tales rumores deben ser por ahora incluidos en la estrategia que se impulsa desde redes, columnas y medios afines al gobierno para que las críticas periodísticas al manejo de esta crisis sean entendidas como una traición al país, animada por intereses mezquinos.
Un principio clave para explicar el papel del periodismo en democracia es que, incluso cuando suenen en el aire los cánticos de festejos, o cuando no haya caído la última lágrima en tiempos de duelo y tragedia, debe elevar las preguntas y transmitir las dudas que permiten el debate público y la supervisión social sobre el gobierno. Por ello, hacer periodismo siempre supondrá publicar algo que incomodará a un poderoso.
Han sido frecuentes casos en los que, como ocurre hoy en Europa, los medios participan, de manera implícita o explícita, en un frente común para encarar amenazas de la dimensión del Covid-19. Y respaldan una estrategia que aglutina a gobiernos nacionales y regionales, a organizaciones de la sociedad civil y asociaciones empresariales. Es deseable que ello ocurra también en México.
Pero para este fin siempre ha abonado una ecuación que incluye convocatoria a la unidad, creación de confianza y eficacia en la acción pública. Esas tareas solo le pueden corresponder al gobierno. Para eso existe: para que lidere en tiempos de tormenta.
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