La conformación y estructura de la clase media es compleja. Es heterodoxa de origen y con intereses múltiples. Sus integrantes tienen aspiraciones y sueños con claros matices y hasta objetivos, metas y destino antagónicos. Profesionistas, estudiantes, amas de casa, emprendedores, empresarios, políticos, artistas, agricultores, ganaderos y todas las expresiones sociales, en verdad, un rosario de estados de ánimo y esperanzas. Su misión es progresar y buscar realización humana.
Esta es la razón de la creencia de que su movilización como movimiento político es difícil. Sin embargo, es una verdad a medias. Existen confirmaciones en los hechos de la historia de su gran participación e importancia en el acontecer del mundo. Una causa y una palabra mueven montañas… El NO a Pinochet movilizó a la clase media de Chile, que con su voto mandó al cesto de la basura a la dictadura y restauró la democracia.
Ya existía el desgaste y la repulsa de chilenas y chilenos en contra de Pinochet, contra una dictadura que durante años hizo y deshizo a su antojo sin respetar la libertad y los derechos humanos. Todo indicaba una lucha perdida contra el poder militar. Así lo consideró la gran mayoría en su momento. Batalla perdida e infructuosa. Un ejercicio democrático inútil… y una pérdida irremediable de tiempo.
Por fin, presionado por las fuerzas democráticas internacionales, así como por el hartazgo y descontento interno, Pinochet permitió el proceso electoral seguro del triunfo, pero las fuerzas aliadas tuvieron el acierto de comunicar con palabras sencillas y sin confusión retórica. Los estrategas de las fuerzas opositoras plantearon diversos slogans y al final alguien propuso una frase demoledora para convocar a la gente y, por supuesto, a la clase media: «NO a Pinochet», frase mágica que motivó a las personas a salir a votar en contra del dictador.
En nuestro país este amplio y heterodoxo sector de la sociedad está dolido y agraviado por el gobierno de la Cuarta Transformación, que les declaró una guerra sin cuartel dado su enojo e irritación por la pérdida de las alcaldías en Ciudad de México.
Este error político, en el que he insistido en artículos anteriores, tendrá repercusiones severas y ajuste de cuenta en la elección de la sucesión presidencial. Son cartas marcadas de las ciudadanas y ciudadanos que harán valer su voto en las urnas. La palabra «NO» puede marcar la diferencia y hacer triunfar a la oposición en el próximo proceso electoral.
El presidente ya adelantó la sucesión. Mostró sus cartas y están a la vista: Claudia Sheinbaum será la candidata de Morena a la Presidencia de la República, mientras Zoé Robledo lo será al gobierno de Chiapas. El presidente López Obrador juega al «tapado» destapando a sus tapados. Juega con fuego, echándole leña y gasolina a las llamas de la sucesión, ejercicio que puede incendiar la pradera.
La política no es lineal ni plana, obedece a reglas precisas y también a sentimientos humanos. Es posible que le disputen al presidente el supuesto derecho de imponer la candidatura de la jefa de Gobierno. Ricardo Monreal, quien en varias ocasiones ha sido ignorado, animará la contienda interna de Morena, pero es probable que se repita lo sucedido en la contienda pasada por el gobierno de Ciudad de México. Es previsible su disidencia y su disposición a aceptar la candidatura de otro u otros partidos.
El presidente, sin medir consecuencias, le dio un garrotazo al avispero político. Ya es irrefrenable y también pone en un brete a los partidos aliancistas porque tendrán que empezar a construir sus candidaturas, con el riesgo de fracturarse internamente. Empezarán a hacer su aparición los prospectos. Por el PAN Margarita Zavala, Ricardo Anaya, Claudio X. González, Gustavo de Hoyos, Lorenzo Córdova y José Woldenberg.
En el PRI está muy pobre la viña del Señor, fuera de Enrique de la Madrid y Miguel Riquelme, no da para más. Por Movimiento Ciudadano están Enrique Alfaro, Samuel García y Luis Donaldo Colosio Riojas. El Partido Verde puede
dar la sorpresa e ir solo, tipo San Luis Potosí, con Manuel Velasco Coello o al final inclinarse por algún candidato de conveniencia. Al tiempo.
En fin, es el juego de las adivinanzas y lo que es un verdadero reto, ante estas circunstancias, es la construcción de una candidatura única de los partidos aliados. Tienen que desarrollar una verdadera orfebrería política. Un verdadero desafío. El agua sigue corriendo bajo el puente. Todas y todas jugando el juego de las distracciones, mientras los verdaderos problemas nacionales siguen sin atención ni solución definitiva.