Daniela Aguirre Guerrero, Integrante de la RIIE-UAM
La ciencia en México enfrenta profundas desigualdades. La creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECIHTI), en reemplazo del CONAHCyT, busca fortalecer el peso político y operativo del organismo para mejorar la coordinación y ejecución de políticas científicas. Esta transformación representa una oportunidad para abordar dos problemas persistentes: la centralización del conocimiento y la brecha de género en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII).
El SNII, creado en 1984, promueve la investigación científica mediante reconocimientos y un “apoyo económico” que, según estudios, puede representar hasta el 60% de los ingresos de sus miembros. Datos oficiales del SNII del 2022 evidencian los desafíos estructurales del Sistema, tales como la concentración de recursos: el 30% de los reconocimientos se otorgó a instituciones en la Ciudad de México, mientras que estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca tenían una presencia mínima, con solo el 3% de los miembros del SNII. Esta concentración está estrechamente relacionada con la brecha de género. En 2022, aunque el 39% de los miembros del SNII eran mujeres, su presencia en los niveles más altos se reducía a sólo el 17%.
Por otro lado, las redes de coautoría, que representan las colaboraciones en publicaciones científicas, reflejan estas desigualdades. Estudios han demostrado que los hombres tienden a formar redes jerárquicas, donde un pequeño grupo concentra la mayoría de las colaboraciones, limitando el acceso de investigadores externos, especialmente mujeres y académicos de regiones marginadas. En contraste, las investigadoras construyen redes más horizontales y diversas, promoviendo una distribución más equitativa del conocimiento. Sin embargo, al quedar fuera de los círculos más influyentes, su impacto y crecimiento dentro del SNII se ven restringidos, especialmente en comunidades científicas de regiones menos privilegiadas, donde la brecha de género es aún más marcada.
La SECIHTI nace con el reto de desarrollar una política científica más equitativa. Aunque aún no ha definido estrategias concretas, es fundamental que aborde la centralización del conocimiento y la brecha de género de manera conjunta. Un paso clave sería incluir en sus programas de apoyo reglas claras que promuevan la participación de investigadoras de regiones menos privilegiadas. Esto fomentaría redes de colaboración más diversas y una mejor distribución de recursos, contribuyendo a una ciencia más inclusiva y representativa de la realidad del país.
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