Por: Tiburcio Moreno-Olivos
Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, México.
En las próximas semanas se presentará el Plan Nacional de Desarrollo que incidirá en la educación del país. En las últimas décadas los estudiantes de educación básica han obtenido bajos niveles de desempeño escolar. Por lo que es de esperar que el nuevo plan de desarrollo efectivamente proponga políticas educativas que replanteen el aprendizaje y la enseñanza haciendo buen uso de la evidencia que brinda la evaluación.
En las últimas décadas se ha producido un cambio profundo en las concepciones de aprendizaje y de enseñanza que requiere replantear el papel de la evaluación como un dispositivo eficaz para valorar el aprendizaje de los estudiantes. Desde una perspectiva integradora se reconoce que aprender, enseñar y evaluar son procesos estrechamente relacionados y mutuamente influyentes. Es habitual que los profesores evalúen mientras enseñan y, en ocasiones, los estudiantes aprenden mientras son evaluados. Por otra parte, los mecanismos previstos para evaluar determinan de manera decisiva la forma en que los estudiantes aprenden y el modo en que los profesores enseñan. Esto significa que la evaluación puede llegar a tener un poder enorme que le permita condicionar intensamente el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En el discurso educativo actual se insiste en que los estudiantes aprendan de forma relevante y significativa que depende de diversos factores que interactúan de forma compleja. En la educación formal la evaluación tiene un peso privilegiado constituye la principal razón de sus prácticas de estudio y aprendizaje de los estudiantes En otras palabras, los educandos estudian para aprobar exámenes, y en el mejor de los casos, aprenden para la evaluación, lo que genera un aprendizaje superficial que permanece en la memoria a corto plazo y al poco tiempo se olvida.
Cuando la evaluación supone repetir mecánicamente la información recibida, por ejemplo, aplicando fórmulas matemáticas para resolver ejercicios artificiales; aprender para la evaluación es un esfuerzo estéril, un ardid que se evapora tan pronto como se supera dicha evaluación. Sin embargo, cuando una evaluación exige al individuo dar solución a problemas y conflictos de la vida cotidiana, debiendo argumentar convenientemente las razones de determinada respuesta o solución, y porque una es mejor que otra, entonces aprender para esa evaluación no se diferencia mucho de aprender para la vida. En este último caso el aprendizaje es sostenible, toda vez que el estudiante habrá adquirido unas competencias que podrá emplear para afrontar las demandas del entorno social en el que vive y se desarrolla.
En la actualidad, enseñar es más complejo que antes y aprender se ha convertido en una experiencia cada vez más desafiante. De la capacidad del alumno para adquirir y almacenar datos e información en la memoria, se ha transitado al desarrollo de competencias y habilidades intelectuales. Este giro significa un cambio profundo en la concepción tanto del aprendizaje como de la enseñanza, lo que, a su vez, exige repensar el papel de la evaluación, de modo que se convierta en un mecanismo efectivo para valorar tanto los procesos como los productos de aprendizaje.
Entre el conjunto de competencias que se considera deseable que se tome en cuenta en el Plan de desarrollo se recomienda que consideren que los estudiantes adquieran la capacidad para evaluarse a sí mismos (autoevaluación) y a sus compañeros (evaluación de pares). Preparar a los estudiantes en el desarrollo de esta capacidad implica habilitarlos para formular juicios complejos acerca de su propio trabajo y el de otros, y para tomar decisiones en circunstancias impredecibles e inciertas con las que se encontrarán en el futuro. Desde esta perspectiva los estudiantes son vistos como jugadores mucho más activos en el proceso de evaluación. En síntesis, se trata de una evaluación puesta al servicio del aprendizaje, que promueve el logro de habilidades cognitivas y sociales, que despierta en el educando la confianza en su capacidad para aprender, al tiempo que estimula su deseo de querer aprender a lo largo de la vida.
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