Son palabras parecidas, pero muy distintas en su naturaleza. Que por desgracia, con esto del coronavirus, se han estado confundiendo o usado indistintamente por ignorancia, irresponsabilidad o de plano “mala leche”, que dirían los clásicos.
A ver, si nos atenemos al Real Diccionario:
—Cubrir es ocultar una cosa con otra; depositar o extender una cosa sobre la superficie de otra; ocultar o disimular una cosa con arte, de modo que aparente ser otra; prodigar muestras de afecto como “cubrir de besos y alabanzas a la persona amada”. Así que la expresión tiene un tono de intimidad y hasta ternura y pasión, como cuando ambos nos cubrimos con una manta o tan solo una sábana.
—Tapar en cambio, es cerrar lo que está descubierto o abierto… Una abertura, una hendidura…de modo que impida ver o ser visto. De tal forma, estamos ante un término mucho más fosco y rudo que implica ocultamiento y hasta un dejo de censura, aunque, al final, “no se pueda tapar el sol con un dedo”.
Lo cierto es que, la denominación del adminículo que mejor ilustra los días que vivimos no es un asunto meramente semántico. Va mucho más allá. Refleja todo un estilo de gobierno y desnuda una intencionalidad francamente perversa en cuanto a la libertad de expresión durante la pandemia.
Es bien sabida la reacitud obsesiva y contumaz del actual gobierno en rechazo irracional al uso del cubrebocas. Y es que en 160 días exactos desde el primer caso de coronavirus en México, el presidente López Obrador decidió no usarlo, en lo que los psicólogos han intentado explicar como un acto de poder y soberbia: “imagínense qué va a decir la gente”. Así que la copa fiel del original que es su vocero López Gatell, se ha resistido también y aunque mienta una y otra vez, jamás ha hecho una sola declaración contundente no solo sobre la conveniencia, sino sobre la imperiosa necesidad de usar el cubrebocas como una medida implementada en el mundo entero. Un capricho que cada vez se acerca más a un crimen de lesa humanidad: ya somos el tercer país con más muertos; cierto, bajamos al lugar 11 si el comparativo es por millón de habitantes; pero tenemos una mayor mortandad que naciones que nos multiplican hasta por diez nuestra población como la India y China. ¿Entonces?
En cambio, los señores López quieren imponernos a todos el tapabocas. Un día sí y el otro también el presidente arremete contra los medios. Nos llama chayoteros, conservadores y hasta complotistas. Últimamente incluso se enoja porque no pensamos como él quiere que pensemos: “puras noticias de la crisis y nadie habla de todos los corruptos que Lozoya nos va a revelar”. Y yo digo que sí, que hablaremos de Lozoya en cuanto tengamos la certeza de que Lozoya existe, por lo menos en México. ¿Alguien lo ha visto?
Y mientras tanto, el cloncito clowncito —sí, las dos palabras— de López Gatell ya se la creyó: “¿usted de qué medio es y su medio qué intereses representa?”. Y ya encarrerado amenaza con sanciones penales a los gobernadores que no obedezcan su fallidísimo semáforo. Ya nueve de ellos pidieron su renuncia. Son unos frustrados, diagnostica el doctor.
A ver: confieso de nuevo ser un cavernícola en cuestiones cibernéticas ¿pero alguien podría ayudarme a saber cuál sería la respuesta a un #cubrebocas sí, tapabocas no?