La crisis peor de la 4T no fue el desastroso proceso para nombrar a Rosario Piedra como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH); en términos de definiciones trascendentes el desafío clave será el nombramiento de la próxima ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

A estas alturas es irrelevante si la señora Piedra era la mejor opción. Lo principal de ese episodio es el procedimiento que hizo pedazos la confianza dentro del Senado.

El pueblo votó en julio del año pasado y decidió no entregarle a Andrés Manuel López Obrador el control en la Cámara Alta para las decisiones que requieren mayoría de dos tercios.

Esto quiere decir que ni las reformas constitucionales, ni los nombramientos que necesitan mayoría calificada (dos tercios) pueden celebrarse sin la concurrencia de las oposiciones.

En ambos temas, respetar al pueblo significa —sin ambigüedades— construir acuerdos con quienes no son aliados incondicionales del presidente, ni de su partido, Morena.

La crisis del nombramiento de la señora Piedra como titular de la CNDH tiene que ver con la ruptura de las negociaciones con la oposición, es decir, con la suposición de que es posible pasar por encima de la decisión popular de dividir el poder en esa Cámara.

El balance de este episodio no acepta interpretación. La mayoría engañó a las minorías y lo hizo tres veces: cuando mintió a propósito de la pertenencia de la señora Piedra al Consejo Nacional de Morena, cuando truqueó la votación para simular que su candidatura obtuvo dos tercios del voto, y cuando engañó con la propuesta de reponer un procedimiento que, al final, quebrantó.

Como el Pedro del Nuevo Testamento, en esta historia la 4T negó tres veces la vocación democrática que presume.

Detrás de este acto de corrupción de la voluntad popular y los acuerdos políticos del Senado, estuvo la instrucción del presidente que anuló los márgenes indispensables para permitir una negociación con las fuerzas opositoras.

Olvidó el presidente que corromper no solo significa robar, sino algo peor: romper la naturaleza de la cosa pública. Se cometió un acto de corrupción en la dinámica senatorial cuando la maquinaria fue forzada con el propósito de sacar adelante una decisión sin el concurso de las y los senadores que estaban constitucionalmente convocados a ser parte del acuerdo.

El presidente cometió un error cuando instruyó a su partido para que, en bloque, apoyara a una dirigente de Morena como candidata a presidir la CNDH.

Este yerro tiene su origen en una promesa previa: López Obrador se había comprometido a no interferir en la vida de los otros poderes de la Unión. Y, sin embargo, con el episodio Piedra no solo presionó de más la vida interna de la bancada morenista en el Senado, sino también aquella del conjunto de fuerzas que cohabitan en la Cámara Alta.

Los legisladores de Morena sepultaron bajo tierra sus presumidos principios con tal de agradar el mandato presidencial, al punto en que estuvieron dispuestos a dinamitar la confianza necesaria con sus pares de la oposición

Hoy pueden contarse versiones distintas de esta desafortunada historia, pero en el corto plazo la verdad sobre este episodio tenderá a estabilizarse para narrar el primer capítulo en que la 4T reventó contra sí misma, porque dio la espalda al pacto de respetar la división de poderes defendido, con su propia saliva, por el presidente de la República.

La siguiente ronda de esta serie de eventos no va a esperar a que la escena cambie de mobiliario. La semana pasada López Obrador envió al Senado una tercia de mujeres, todas destacadas, para ocupar la silla del ministro defenestrado, Eduardo Medina Mora.

A reserva de los significados que cada una de esas juristas representa, (Diana Álvarez Mauri, Ana Laura Magaloni Kerpel y Margarita Ríos Farjat), los desafíos en juego vuelven a ser similares.

Uno, ¿el presidente volverá a vulnerar el principio constitucional de la división de poderes instruyendo a su partido para que vote por la candidata de su preferencia? Dos, ¿será capaz, ya no solo de intervenir en la vida interna del poder Legislativo, sino también respecto al Poder Judicial? Y, tres, ¿tratará otra vez con menosprecio el voto que el pueblo entregó a los partidos de oposición?

Lo que está en juego con el nombramiento de la futura ministra de la SCJN va más allá del hecho concreto: se juega la verdadera identidad democrática de la 4T.

ZOOM

“La verdad siempre es revolucionaria. Son los reaccionarios quienes le tienen miedo a la verdad… De la verdad se deduce una serie de experiencias para la actividad futura.” (Valentín Campa, candidato del Partido Comunista a la presidencia en 1976).


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