Aproximadamente hace seis meses el gobierno de México decidió abandonar la Misión de Ginebra ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Tanto al embajador como a los diplomáticos en esa Misión se les pidió la renuncia y por varios meses no hubo embajador ni funcionarios acreditados ante esta organización. Hace apenas unos días el Presidente propuso al Senado un candidato para ocupar este puesto. En 1986, México ingresó al entonces Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés). Era su segundo intento de acceder a dicho acuerdo, siendo el primero un intento fallido, ya que pese a haber realizado todas las gestiones, de último momento, hubo una decisión polémica del entonces presidente López Portillo de no adherirse al mismo.

A partir de ese momento, México pasó a ser un actor importante en el ámbito multilateral. Durante la Ronda Uruguay, la cual marcó la transición del GATT a la OMC en 1995, se reservaron sectores estratégicos (como el de hidrocarburos o electricidad), se obtuvo el estatus de país en desarrollo y se logró preservar el derecho a otorgar montos importantes de apoyos al campo mexicano. Durante estos casi 40 años, México participó y, más importante, influyó en la toma de decisiones de la organización, desde la Ronda Uruguay hasta el último acuerdo alcanzado en materia de subsidios a la pesca. Que no nos sorprenda el peso que ha tenido nuestro país. México es el décimo segundo exportador e importador mundial. Por lo menos uno de cada 100 productos que se venden en el mundo son mexicanos.

A lo largo de este tiempo hemos tenido excelentes embajadores y, por qué no decirlo, también aquellos cuya única virtud era contar chistes. Embajadores que han dejado huella como Alejandro de la Peña, quien tuvo importantes aportaciones durante las negociaciones de la Ronda Uruguay, como Fernando de Mateo, quien presidió el Consejo General (el máximo órgano decisorio de la OMC), o como Roberto Zapata, quien fue actor clave en la conclusión de la última negociación en materia de subsidios a la pesca. El activo más importante de la Misión de México ante la OMC son sus diplomáticos. Funcionarios mexicanos experimentados y comprometidos, quienes no solamente atienden las reuniones de más de 30 comités y grupos de trabajo y dan seguimiento permanente a las labores realizadas por esta organización, sino, más importante, construyen en los pasillos de la OMC relaciones con funcionarios de la OMC y diplomáticos de 164 países, labor fundamental para todo negociador internacional. Si bien gran parte del comercio de México se regula vía acuerdos comerciales, particularmente el T-MEC, recordemos que hace unos años ante la amenaza de denuncia de su antecesor, el TLCAN, se ratificó la importancia de la OMC como marco jurídico que seguía dotando de certidumbre a las relaciones comerciales con nuestro vecino del norte.

Por supuesto que el gobierno está en todo su derecho de nombrar al embajador y funcionarios que mejor defiendan o representen la política comercial de la administración en turno. Sin embargo, a lo que no tiene derecho es a poner en pausa la participación de México en este organismo. México es demasiado importante en el comercio mundial para tratar a la Misión ante la OMC como si fuera un quiosco donde se obtiene un pasaporte. Se trata del principal organismo internacional en materia económica. Estamos hablando de un organismo que administra y supervisa el cumplimiento de más de 500 de páginas de compromisos en materia de comercio de bienes, servicios y propiedad intelectual y miles de listas arancelarias y de servicios de 164 países.

Con la designación de un representante de México es también de esperarse que se nombren funcionarios que atiendan la Misión. El nuevo embajador y el personal de la Misión tendrán una labor muy compleja. La OMC vive momentos cruciales que ponen en peligro su relevancia en el entorno económico mundial. La OMC no sólo necesita modernizar sus normas, sino asegurar el cumplimiento de las mismas a través de un eficiente funcionamiento de su mecanismo de solución de controversias. Dicho mecanismo se encuentra paralizado por la falta de un Órgano de Apelación desde diciembre de 2019. En este tiempo existen alrededor de 30 informes de grupos especiales que permanecen en el limbo sin poderse resolver y un mecanismo “interino” de apelación que en todo este tiempo apenas ha resuelto una controversia. Adicionalmente, la OMC enfrenta el reto de posicionarse como el foro idóneo para la discusión y búsqueda de soluciones a los problemas globales actuales, tales como el cambio climático o la economía digital. Como actor clave para darle el dinamismo que necesita y preservar la relevancia de este organismo, hoy más que nunca, se necesita que retiemble la voz de México en la OMC.

*Profesor Titular de la Facultad de Derecho, UNAM. Ex-juez del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio. Presidente de la Comisión de Comercio y Políticas de Inversión de la International Chamber of Commerce México (ICC México)

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS