La soberanía no es un concepto abstracto ni un tecnicismo jurídico. Es la raíz viva que sostiene a todo Gobierno democrático. Cuando el poder toma distancia del pueblo, pierde fuerza. En la literatura mexicana, Juan Rulfo lo retrató con crudeza en Pedro Páramo, plasmando un poder encerrado en sí mismo, desconectado de la comunidad, que termina habitando un territorio de sombras.

Ese riesgo no es ficción; es historia y es presente. La soberanía nacional reside, esencial y originalmente, en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este, como lo consagra el artículo 39 de nuestra Constitución.

Más allá de la norma, se trata de un recordatorio permanente: ningún gobierno puede legitimarse sin la voz, la participación y la confianza de la gente. Gobernar de la mano del pueblo es darle vida a la democracia y asegurar que la transformación sea verdadera y duradera.

Por eso, luego de rendir su Primer Informe de Gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum decidió salir a encontrarse con la gente de todo el país, iniciando, el pasado viernes, en Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas.

Y lo hace no solo para informar, sino también para escuchar, para validar en el territorio el alcance de los resultados obtenidos, pero, sobre todo, para devolver al pueblo el lugar que le corresponde en el corazón mismo del acto de gobernar.

En Guanajuato y Aguascalientes, estados gobernados por la oposición, la presidenta fue recibida por el pueblo con alegría, entusiasmo y mucho cariño. Los mensajes fueron claros: en el primer caso, una disminución en los homicidios dolosos, avance que parecía imposible, y en el segundo, la ampliación de los programas sociales del bienestar.

Más tarde, en Zacatecas, mi tierra natal, en donde tuve el privilegio de acompañarla, dio a conocer una inversión histórica en el campo, que se traduce en más producción, más empleos y más esperanza para miles de familias rurales.

Pero si algo quedó claro en esta gira es que lo más trascendental no fueron las cifras. Lo más importante fue demostrar que la política también puede ser motivo de fiesta y de algarabía cuando las cosas van bien, porque La transformación avanza no es una campaña, sino una forma de gobernar.

Se trata de un estilo que evoca al presidente Benito Juárez en tiempos de la Intervención francesa, cuando estableció un gobierno itinerante y, desde Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez), mantuvo viva la República, defendiendo su legitimidad y gobernando desde el territorio. Aquella itinerancia fue táctica, y también una forma de conocer el país en su dolor y en su resistencia.

Hoy la presidenta recoge ese legado y lo adapta a un tiempo distinto. Ambos estilos de gobierno, separados por más de un siglo y medio, coinciden en una convicción: el poder no se ejerce desde la lejanía, sino en contacto directo con quienes le dan sentido.

En Zacatecas pudimos constatar cómo miles de personas acudieron tanto a escuchar un informe como a dar su testimonio. Mujeres, hombres, jóvenes y personas adultas mayores se acercaron para contar su experiencia. Hubo peticiones y reconocimientos, pero, sobre todo, diálogo; y ese diálogo es el que legitima, el que le da sustento a la acción de gobierno.

La presidenta respondió con datos, pero también con empatía. Escuchó con atención, miró de frente, respondió con serenidad y firmeza. No hubo distancia entre el poder y el pueblo. En lo personal y en lo político, me siento profundamente identificado con ese estilo. Porque gobernar no se reduce a administrar recursos o mover piezas dentro del tablero institucional. Gobernar es caminar, escuchar, corregir y avanzar. Es un ejercicio vivo, dinámico, que se fortalece en cada encuentro con el pueblo.

Con esta itinerancia, la jefa del Estado mexicano redefine el acto de gobernar, llevándolo a las plazas públicas. Está construyendo una legitimidad que no depende de encuestas ni de artificios mediáticos, sino de la validación popular.

El pueblo no solo recibe resultados: los discute, los valida, los hace suyos. Y cuando un pueblo se apropia de las transformaciones, estas dejan de ser programas de gobierno y se convierten en conquistas sociales. Ese es el verdadero sentido de la participación popular.

Hoy, México vive un momento histórico. La presidenta gobierna con itinerancia, con cercanía, con transparencia. Ha decidido que su legitimidad no se sostenga únicamente en los votos de hace un año, sino en la relación viva y cotidiana con la gente.

La transformación avanza, y lo hace con paso decidido, impulsada por el pueblo. Como en los tiempos de Juárez, el futuro se escribe en movimiento. Y como en nuestros días, la certeza es clara: gobernar es escuchar, caminar y transformar. Ese es el estilo de la presidenta, y esa es la fuerza que nos permitirá consolidar el proyecto de nación que juntas y juntos seguimos construyendo.

Coordinador de los diputados de Morena

X: @RicardoMonrealA

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