La disculpa ofrecida por el ministro de relaciones exteriores de España, -José Manuel Albares-, respecto a los abusos cometidos durante “la conquista” vuelve a poner como tendencia el tema de la carta dirigida por el presidente López Obrador al rey de España exigiendo una disculpa oficial.

Esta exigencia lo único que pone en evidencia es que con palabrerías se pretende desviar la atención de lo realmente importante.

Lo que sucedió hace 500 años no tiene solución, pero lo que sucede hoy, -cinco siglos después-, es que los descendientes de nuestros pueblos originarios están sumidos en la pobreza, el abandono, siendo discriminados por la sociedad mexicana, siendo abusados por sus caciques y ahora afrontan el riesgo de que el crimen organizado está llegando a sus comunidades a reclutar a sus jóvenes, -como lo denunció hace poco tiempo el EZLN-, sin que el gobierno federal, -ni el gobierno de Chiapas -, hayan actuado en este asunto, que seguramente se replica en todo el país.

El pasado no va a modificarse por una disculpa, pero la marginación que aún hoy persiste es reversible con educación y oportunidades. Desde gobiernos anteriores, -y el actual-, la política indigenista atenta contra los derechos humanos de los descendientes de los pueblos originarios y esto ha agravado la marginación.

Sin investigar qué prefieren, el Estado Mexicano les ha cargado la responsabilidad de preservar su cultura, tradiciones y su idioma y con esto los ha condenado a permanecer en sus comunidades, viviendo en las condiciones tradicionales que los mantiene en la pobreza extrema, en la injusticia y el abuso.

Simplemente por la falta de un programa educativo de calidad que los integre a la modernidad de este país, se ha condenado a estas comunidades a la sobrevivencia. Ésto si es responsabilidad de todos los gobiernos recientes, incluido el actual.

Las comunidades donde sólo se habla el dialecto propio y no entienden el español, están condenadas a privarse de oportunidades laborales que podrían mejorar su calidad de vida.

Cuando la historia se convierte en rehén de las disputas políticas o ideológicas, se estimula la confrontación que nos divide.

Ni la “leyenda negra española”, -que refiere a violencia extrema y crueldad durante la mal llamada conquista-, ni la “leyenda rosa”, que cuenta este acontecimiento histórico como una gesta patriótica, hacen justicia a lo sucedido hace cinco siglos.

Quienes participaron en esos acontecimientos eran hombres que se jugaban la vida a cada momento y su integridad física pendía de un pequeño error que les costase ser masacrados, -tanto los de un bando-, como del otro. Eran tiempos violentos en los que ser capturado vivo era un gran riesgo que concluía con el sacrificio religioso y ser víctima de antropofagia (canibalismo). Las “guerras floridas” practicadas por los mexicas (aztecas) contra tlaxcaltecas y otras etnias, tenían como fin capturar enemigos para sacrificarlos en los rituales religiosos y después ser víctimas de canibalismo.

Juzgar la historia con los parámetros morales de hoy no sólo es injusto, sino inaceptable. Hemos idealizado la vida en el mundo precolombino, sin considerar que el final del imperio azteca quizá era inevitable por las condiciones crueles impuestas contra de los pueblos sojuzgados. La insurrección indígena que lideró Hernán Cortés con sus 850 hombres, 14 cañones y 16 caballos, tuvo como protagonistas a los tlaxcaltecas, cholultecas, totonacas y otras etnias, -y como contraparte-, a los aztecas.

Una ciudad prodigiosa como lo fue Tenochtitlán, -defendida por 150 mil guerreros-, sólo pudo ser derrotada por los 136 mil indígenas aliados de Cortés.

De no haber llegado los españoles, seguramente los tlaxcaltecas hubieran liderado la insurrección y se habrían convertido en el nuevo imperio. Solo faltaba un líder brillante militarmente y carismático, que hubiese tenido el poder de convocatoria necesario para realizar alianzas con los pueblos sojuzgados. Entonces la historia hubiese sido diferente.

Lo que logró Cortés en este acontecimiento de hace 500 años fue pacificar el territorio, -no por la fuerza-, sino por la persuasión. Después de la caída del imperio azteca, -simbolizada por la toma de Tenochtitlán-, Cortés, -ejerciendo su influencia sobre los caciques aliados-, prohibió los sacrificios humanos y el canibalismo y a cambio mandó traer de Cuba 3 mil cerdos, -y seguramente otras especies de animales mamíferos-, para cambiar los hábitos alimenticios locales. La falta de especies animales que garantizasen el suministro de proteínas de alguna forma impulsaba el canibalismo.

A través de la religión católica Cortés trató de combatir el politeísmo violento que exigía sacrificios humanos. La narrativa católica de un dios bueno, misericordioso y paternal, que envió a este mundo a su único hijo para que fuese sacrificado en nombre de todos los demás habitantes de la tierra, debe haber sido determinante para erradicar las prácticas religiosas sangrientas.

Cortés pacificó el territorio que hoy es México a través de la integración de pueblos, -que tradicionalmente fueron enemigos-, a los cuales vinculó en un gobierno central, virreinal, totalmente institucionalizado. A su vez, la evangelización se dio a través del convencimiento.

Es entendible que las ambiciones humanas de quienes arriesgaron su vida para después hacer fortuna se disparasen al llegar a este continente. Cuando Cristóbal Colón regresó de uno de sus viajes llevó aborígenes de las tierras visitadas para venderlos como esclavos y la reina Isabel, -su patrocinadora-, enfureció, pues consideró esto opuesto a los valores cristianos.

Obligó al almirante a devolverlos a sus lugares de origen y liberarlos. A partir de ahí la reina Isabel dio instrucciones personales para ofrecer un trato digno a los pueblos originarios de los nuevos territorios.

Conforme las ambiciones humanas empezaron a generar conflictos y los abusos fueron denunciados por los frailes que fueron a evangelizar, el rey Fernando II convocó a juristas y teólogos para redactar las Leyes de Burgos, que fueron publicadas en 1512 por la Corona Española para proteger a los pueblos nativos de los nuevos territorios recién descubiertos, mucho antes de que Cortés llegase a estas tierras.

Todo este trabajo jurídico realizado en España es fundamental para entender el por qué, -aún con gran superioridad numérica-, los pueblos indígenas aliados de Cortés, -después de haber derrotado al imperio azteca-, aceptaron integrarse al nuevo gobierno de la Corona Española.

Lo que dio certeza y confianza a los caciques triunfadores de la guerra contra los mexicas, fueron las garantías jurídicas que les dio la Corona Española.

Las Leyes de Burgos prohibieron la esclavitud indígena, regularon las condiciones laborales partiendo de la base del pago de un salario digno, definiendo el máximo de horas diarias de trabajo y los días de descanso por semana. Se garantizó la protección de niños y mujeres y se prohibió imponer la religión por la fuerza, dando pie a la evangelización a partir de la persuasión. Se aseguró la protección del derecho a mantener la propiedad de sus tierras y casas y otras ordenanzas más que pretendían evitar los abusos.

Las “Leyes Nuevas” de 1542 siguieron buscando proteger a la población indígena. Esta legislación dedicada a la protección de los pueblos originarios terminó de consolidarse con la promulgación de las “Leyes de Indias” en 1681.

Esta visión jurídica iniciada en 1512 fue precursora de lo que hasta el siglo XX conocimos como la visión universal de protección de los derechos humanos, así como de todas las legislaciones que regulan las relaciones laborales que surgieron a partir de la “revolución industrial” del siglo XIX.

No debemos ser ingenuos pensando que con toda la legislación pro indigenista no hubiera habido abusos durante los 300 años de dominación española. Sin embargo, -igual que hoy-, los abusos terminan siendo practicados por particulares, aún en contra del “estado de derecho”.

La integración de las Leyes de Indias de 1681 se adelantó por lo menos 200 años a las legislaciones europeas. Fue hasta el siglo XIX cuando se privilegió la reglamentación laboral, durante la era de la industrialización.

La Corona Española instrumentó mecanismos jurídicos para vigilar la actuación de las autoridades virreinales. Los “juicios de residencia” permitían castigar malos tratos para la población indígena, corrupción y cualquier acción de mal gobierno cometida por los virreyes y los más altos funcionarios públicos.

Con respeto y consideración trató España a los familiares de los caciques vencidos, pues los hijos de los tlatoanis fueron llevados a vivir allá con títulos de nobleza y propiedades, -como le sucedió a Isabel Moctezuma-, que dio origen a una rama familiar que desde entonces vive en España, como parte de la aristocracia peninsular y otros más en México.

Durante los 300 años de la Nueva España, la Ciudad de México fue el “ombligo del mundo occidental”. Una ciudad más importante que Madrid, y que rivalizaba en población e importancia comercial y económica con París y Londres en los siglos XVII y XVIII.

La Nueva España tenía un territorio de 4 millones 950 mil kilómetros cuadrados, que los mexicanos no supimos cuidar, pues 25 años después de consumada nuestra independencia perdimos el 60% durante la guerra con Estados Unidos, -llevada a cabo entre 1846 y 1848-, lo cual se formalizó con el tratado Guadalupe-Hidalgo, quedando nuestro territorio reducido al día de hoy a casi dos millones de kilómetros cuadrados.

Manipular la historia con fines políticos ha sido la justificación de los gobiernos actuales para evadir responsabilidades con la población indígena, relegándola y negándole oportunidades para mejorar su calidad de vida. A cambio se le ofrece una reivindicación simbólica, dando un mensaje de victimización que encumbra a quien exige la reivindicación de los agravios, quien se erige así al nivel de héroe nacional.

¿La grandeza de este país merece la victimización? La victimización trae aparejada la sensación de fracaso y derrota y nos lleva al conformismo que hoy tiene pasmado a México frente a los abusos de la nueva aristocracia política.

Debiésemos estar revalorando lo glorioso de Tenochtitlán, destacando su portentosa tecnología hidráulica que permitió secar tierras para construir esa gran capital. Valoremos su avanzado urbanismo que superaba a la mayoría de las grandes metrópolis de Europa y reconocer que su debilidad fue la violencia mexica en contra de los pueblos sojuzgados.

Exigimos a España una disculpa por la violencia de hace varios siglos, pretendiendo desviar la atención del olvido en que hoy tenemos a los descendientes de esos bravos guerreros.

Si queremos honrar nuestro glorioso pasado indígena, -que sin duda es real-, debemos llevar desarrollo y oportunidades laborales a esas comunidades y detonar el gran potencial y talento de nuestra raíz indígena, y entonces veremos renacer la grandeza de nuestro país.

CARLOS MANZO

Desafortunada fue la referencia que hizo la presidenta Sheinbaum a la “derecha” al referirse al asesinato de Carlos Manzo: “la derecha… ¿Qué regrese García Luna?…”

Seguir politizando los grandes problemas nacionales como la inseguridad no abona a la solución. En manos de García Harfuch esta lucha seguramente tendrá resultados favorables y no vale la pena ensuciar este esfuerzo con declaraciones fuera de lugar.

Sin embargo, la presidenta debe entender que este México de hoy está dolido, viviendo una catarsis con mucha indignación, por el poder que han ganado los cárteles, rodeados de impunidad.

Efectivamente la única posibilidad de ganar esta lucha contra la delincuencia es con “investigación, servicios de inteligencia y mucha tecnología”. Sólo así se podrán desarticular los grupos delictivos.

NICOLE

El bullyng o acoso escolar se ha recrudecido en México. Desde hace siglos en las escuelas de todo el mundo ha habido casos de acoso entre estudiantes. Sin embargo, la violencia ejercida era simple y siempre las autoridades escolares intervenían porque infundían respeto y los padres de los acosadores respetaban a los maestros y aceptaban la disciplina.

El caso de la niña Nicole, -de 12 años-, hecho reciente acontecido en la Escuela Secundaria No. 324 “Alfonso Caso Andrade”, en la alcaldía Tláhuac, muestra el nuevo perfil del bullyng.

La agresora utilizó un bisturí para dañar a su compañera y además recibió ayuda de su mamá y su tía y la víctima terminó en un hospital, lo cual convierte a esto en un grave delito. Además, las autoridades de la escuela fueron avisadas por parte de la niña Nicole de las agresiones y la ignoraron y después de la agresión sangrienta protegieron a la agresora y culparon a la víctima. ¿Habrán sido amenazados?

La SEP debe generar protocolos jurídicos para castigar el acoso violento y apoyar a las autoridades cuando son amenazados por los familiares del agresor. Incluso el SNTE, -el sindicato magisterial-, debiese preparar a sus maestros para aplicar la disciplina y exigir jurídicamente respeto a los maestros cuando los padres de los agresores amenazan. La SNTE debe poner a disposición de todos sus agremiados a un equipo de abogados.

Recuperar el respeto hacia los docentes es fundamental para mejorar la calidad educativa y proteger a los alumnos.

LOS NUEVOS PARTIDOS

Mientras los partidos tradicionales se replantean a si mismos y desarrollan nuevas estrategias, se están reconfigurando nuevos perfiles políticos con la esperanza de dar pie a nuevos partidos. Es el caso de “México Nuevo”, el partido que quiere registrar Ulises Ruíz, el ex gobernador de Oaxaca.

Sin embargo, el trabajo de afiliación para cumplir con los requisitos de la ley electoral es un trabajo cuesta arriba que depende de la experiencia y capacidad persuasiva de quienes realizan el trabajo de campo. Necesitamos nuevas opciones que oxigenen nuestra política.

¿A usted qué le parece?

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