“Lo que se ve… no se juzga” decía nuestro filósofo popular y cantautor Juan Gabriel y tenía razón.
Hoy el presidente y todos los mexicanos nos indignamos por la acusación de la DEA en contra del titular del Poder Ejecutivo de nuestro país, pues se ha señalado que en la campaña presidencial del 2006 gente allegada a él recibió aportaciones millonarias de un cártel para apoyar su candidatura.
Por ello resulta importante la reflexión y tratar de entender por qué esta noticia ha tenido tanta difusión en el extranjero.
Debemos considerar que vivimos en la era de las percepciones y las acciones valen más como mensaje, que la demagogia y la verborrea, recursos tradicionales en la política mexicana.
¿Qué hubiera sucedido frente a un infundio como éste si nuestro presidente no se hubiera esforzado tanto en obsequiar a Badiraguato, Sinaloa, -cuna de un muy famoso cártel-, una carretera?
Durante cinco ocasiones ha acudido a ese lejano lugar de montaña a supervisar los avances de esa obra, -y seguramente irá una vez más para inaugurarla-, cuando sabemos que no tuvo disposición para recorrer las calles de Acapulco después de la devastación del huracán Otis.
¿Qué hubiera sucedido si en lugar de su polémica política de seguridad denominada “abrazos no balazos”, hubiera invertido tiempo de calidad para pacificar al país en lugar de distraerse con el “caso Colosio”, y denostar a sus enemigos “conservadores” cada mañana?
Los familiares de las víctimas de la violencia extrema, -y los que han sido desplazados de sus hogares por la delincuencia organizada-, suplican atención “aunque sea de mentiritas”. Sin embargo, no sólo los ignora, sino que los acusa de magnificar la violencia con fines políticos en complicidad con los medios de comunicación. Ya lo dijo en su mañanera de este pasado jueves 8, que fue a Chiapas y descubrió que los desplazados son un número tan bajo que no es significativo.
Como estas hay muchas interrogantes que hoy no tienen explicación.
Cotidianamente vemos que los rumores y las acusaciones falsas siempre se desvanecen cuando no hay percepciones públicas que las confirmen y sirvan como combustible.
La congruencia es fundamental para vincular las palabras con las acciones.
La respuesta emocional que dio el presidente López Obrador en contra del gobierno de Estados Unidos, -acusando a este del infundio que fue difundido por el “departamento de estado”-, podría tener respuesta. Las hostilidades están declaradas aunque las partes se esfuercen en hacernos creer que “no pasa nada” y existe una muy fraternal relación.
A lo largo de los años hemos visto que la política exterior exige una experiencia en los modos y en las formas, ya que la diplomacia tiene sus protocolos y no se le puede hablar a uno de los gobiernos más poderosos del mundo como si estuviera dirigiéndose a un gobernador en México.
Para nadar entre tiburones hay que respetarlos y tratar de entenderlos, pues un simple coletazo puede tener grandes implicaciones. La política exterior no se puede tratar con ocurrencias ni con respuestas emocionales.
Esta denuncia que fue filtrada por funcionarios norteamericanos a la prensa y publicada por Tim Golden, parece ser un mensaje con una llamada de atención.
FINANCIAMIENTO A PENSIONES
La verdadera política se sustenta en realidades y no en fantasías ni en buenas intenciones.
La reforma que envió el presidente al Congreso para modificar el plan de pensiones para el retiro de los mexicanos, -al final de su trayectoria laboral-, parece una propuesta hecha con el corazón más que con el apoyo de información financiera confiable para asegurar su viabilidad futura.
Es evidente que el presidente está pretendiendo endulzar el oído de los votantes presentando su propuesta como producto de una buena intención.
Sin embargo, al ver el origen de los recursos, descubrimos que nacen de la fantasía y por tanto, es un proyecto inviable financieramente.
Evidentemente ni el presidente, ni sus colaboradores, ni sus legisladores, pueden ver viable financieramente asumir este compromiso de inmediato, como lo marcaría la ley pues los recursos económicos dependen de simples posibilidades.
Sin embargo, aun fracasando en su intento de imponer estas reformas, el presidente y su partido tendrán un beneficio electoral, pues podrán culpar a sus adversarios políticos de la derrota en el Congreso, sin aceptar que éstos son proyectos inviables.
Este es el perverso juego de la política actual, engañar al ciudadano para obtener su voto en las elecciones, ofreciendo lo que se sabe que es imposible cumplir.
¿A usted qué le parece?