Parecieran ser dos presidentes diferentes con sólo cuatro años de diferencia. El Donald Trump del primer periodo efectivamente fue impetuoso. Sin embargo, sus decisiones en esa época fueron más mesuradas que en este segundo gobierno.

Según vimos en el video de la reunión del presidente Trump con el presidente Zelensky -de Ucrania-, el vicepresidente JD Vance tomó un protagonismo que nunca asumió el vicepresidente Mike Pence, quien formó parte del equipo que acompañó al presidente Trump en su primer mandato.

Es más, el vicepresidente Pence -de formación abogado- fue quien deslegitimó el asalto al Capitolio perpetrado por los seguidores de Trump que se resistían a aceptar la derrota electoral frente a Biden, e incluso, Pence tuvo un fuerte conflicto con el presidente Trump, quien le exigía que impidiese que el Congreso certificase la victoria de Joe Biden en las elecciones del 2020, pues él se negó a interferir en una decisión de ese poder autónomo.

Pence fue un hombre respetuoso de la ley y quizá por eso se convirtió en un contrapeso frente al impetuoso Donald Trump.

En contraste, en el video difundido en redes sociales, donde el presidente Trump reprende al presidente Zelensky -durante la última reunión en la Casa Blanca-, JD Vance -sin el mínimo tacto- confrontó a Zelensky, quien estaba ya en posición vulnerable.

El mismo hecho de transmitir en tiempo real las negociaciones que tradicionalmente se realizan en privado, fue todo un montaje dirigido a la comunidad internacional, para dejar un precedente de las nuevas reglas con las que negocia la Casa Blanca.

Parece ser que la actitud del presidente Trump durante el primer periodo, comparada con la de quien hoy gobierna ese gran país en este segundo periodo, es el equipo que le rodea, coordinado por el vicepresidente JD Vance.

Este equipo es mucho más radical que el anterior y más dispuesto a transgredir reglas, protocolos democráticos respetados internacionalmente y compromisos, así como convenios, firmados con organismos internacionales.

A partir de entender que la interlocución con un equipo uniforme, que replica lo que dice el líder, descubrimos que no es una opción confiable. En contraste, la propuesta presentada por Ricardo Anaya en el Senado -respecto a la necesidad urgente de buscar una reunión interparlamentaria con los legisladores norteamericanos- puede ser una solución para empezar a construir una mejor relación institucional.

En un país de instituciones el Congreso Norteamericano puede constituir el camino a un trato de socios.

Seguramente se lograrán acuerdos satisfactorios con los pares, acostumbrados a analizar a profundidad los grandes temas. Además, siendo un poder independiente del ejecutivo y con capacidad para tomar decisiones puede influir en las decisiones presidenciales.

Sin embargo, realizar una reunión interparlamentaria, donde los legisladores de ambos países razonen y analicen el impacto del nuevo contexto, no excluye que la presidenta Sheinbaum continúe su interlocución directa con el presidente Trump. Podrían ser dos caminos paralelos hacia un mismo fin.

NO ES LO MISMO…

Toda la presión que siempre ha ejercido el gobierno de Estados Unidos, respecto al combate al narcotráfico, -desde varias administraciones atrás-, hoy se ha convertido en uno de los temas centrales de la nuestra relación con el gobierno del presidente Trump.

Sin embargo, dentro de México hay una distorsión de enfoque, pues se presume que debilitando al narcotráfico, erradicaremos la violencia. No hay nada más equivocado que esta visión.

El narcotráfico es un negocio multinacional que requiere de una gran organización, complicada, que sólo los grandes cárteles hoy pueden desarrollar.

Sin embargo, la violencia criminal más sádica es aquella que ejercen los delincuentes en su operación local, porque se centra en la extorsión al ciudadano, a su familia y a su patrimonio y esa no va a disminuir porque el combate al narcotráfico se fortalezca por la presión de Estados Unidos.

En contraste, sí pudiera generar el efecto contrario. Al complicarse ese negocio, la delincuencia organizada tratará de compensar esa pérdida concentrándose en negocios locales como la extorsión, el cobro de piso, el secuestro, la trata de personas, huachicoleo, y quizá llevar la experiencia del robo del combustible al tráfico de agua y además, aumentar la extorsión a municipios.

Conforme se debiliten los grandes cárteles, las pequeñas bandas locales, -aún más sádicas y violentas-, se apoderarán de territorios poco protegidos por el gobierno federal y se convertirán en los amos de pequeños poblados, a los cuales gobernarán por medio del terror, como sucede en comunidades montañosas de Chiapas, Guerrero y comunidades alejadas de la capital como sucede en Michoacán y el Estado de México, por citar algunas regiones.

¿Ya se estará preparando la administración de la presidenta Sheinbaum para este escenario?

SOCIALIZACIÓN DEL DELITO

La denuncia realizada por el gobernador de Nuevo León, Samuel García, respecto a que se acreditó que los incendios de estos días, en esa entidad, fueron provocados, nos revela un creciente espíritu delincuencial. Son estos cambios imperceptibles que ha ido experimentando la sociedad mexicana durante estos últimos años.

La polarización, confrontación, resentimiento, provocan conductas destructivas que se manifiestan en la vida cotidiana y en contra de la sociedad.

¿A usted qué le parece?

Facebook: @Ricardo.Homs1

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