“The greatest threat facing humanity is not technology, but the way we use it.” -Yuval Noah Harari

Queridos cómplices del constante ruido digital, aquí estamos, digiriendo las ideas que nos dejó el NEVO2025 The AI Pioneers Festival .025, un evento para los “C-levels” —esos que toman decisiones que nos afectan a todos— organizado por la gente de Needed Education, con Gustavo Barcia, su equipo y Nacho Reglero al frente. Un esfuerzo valiente por evitar que el futuro nos encuentre en paños menores digitales, generando ese #ruidoblanco que nos hace pensar más allá de lo evidente.

En ese escenario, Olivia Gambelin habló de la “Innovación en IA Basada en Valores”, un intento refrescante de ponerle cabeza y corazón a las máquinas que aprenden solas. Su propuesta es clara: el epicentro no debe ser la IA, sino los valores. Primero defines el valor, entiendes al usuario, atiendes su necesidad, y luego usas la IA como soporte. Así, dicen, se persigue la quimera de la “buena tecnología”. Para los amantes de los números —que en esos niveles son legión—, Olivia trajo métricas: más éxito en innovación, menos riesgo, mayor retención. Todo suena lógico, impecable, casi obvio.

Pero aquí mi radar de obviedades disfrazadas de genialidad empieza a parpadear. Porque, aunque se hable de “valores” y “fuerzas”, en el ADN empresarial la fuerza dominante sigue siendo una: el capital. Ganar dinero, reducir costos. El “valor” se confunde con el KPI que aplaude la junta directiva, el reporte que tranquiliza a los accionistas. Y ahí está el problema.

Mis notas garabateadas durante el evento (esas que parecen un mapa del tesoro, pero sin tesoro) y el análisis post-foro me llevan a un matiz crucial: el verdadero “valor” en el mercado no es ese KPI interno, esa métrica fría de ganancia que solo ven los de adentro. La fuerza real que da sostenibilidad y crecimiento a una empresa es la percepción y el reconocimiento que el usuario tiene de tu propuesta. Es el valor que tú aportas a su vida, a su necesidad. Ese valor percibido por el usuario se traduce, con el tiempo, en valor de mercado: en la capacidad de seguir generando ingresos, pero como consecuencia, no como el motor principal.

Construir IA enfocada solo en optimizar KPIs internos —ganancia, costo— es como perseguir la sombra en lugar de la sustancia. Enseñas a la máquina a ser brutalmente eficiente en maximizar una métrica, una herramienta del negocio, pero ignoras la fuerza que crea valor de verdad: la conexión genuina con el usuario, su satisfacción. La IA se convierte en un exprimidor de naranjas (el mercado, el usuario) en vez de una herramienta para sembrar, cuidar y hacer crecer el árbol. Porque la “fuerza” que le diste no fue la del valor humano, sino la de la cosecha inmediata.

Charlas como la de Olivia son un recordatorio urgente: hay fuerzas más profundas que la acumulación de capital. El desafío, especialmente para esos C-levels que tomaban notas (o fingían hacerlo), es entender que esa fuerza no cabe en una hoja de cálculo. Es algo más complejo, más humano. Si la IA no aprende a priorizar esa fuerza, por más que optimice los números, estará construyendo castillos de arena. O, peor aún, un futuro brillante y eficiente… para que unos pocos hagan dinero, mientras el resto lidia con el #ruidoblanco de un sistema que perdió el rumbo.

Así que, mis estimados, sigamos masticando estas ideas. Porque el futuro no espera, y los valores —los de verdad— son lo único que puede evitar que nos ahoguemos en nuestra propia eficiencia.

—Gracias Gustavo, Nacho y Needed Education por el espacio para pensar. Y a Olivia, por recordarnos que las máquinas no son el centro, sino un medio. Ahora, a ver si los C-levels lo captan.—

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