Últimamente, desde el cómodo sillón del poder, han lanzado una campaña en mi contra. ¿El objetivo? Que deje de hablar. Que no mencione lo mal que está el país, lo mucho que derrochan, lo poco que resuelven. Porque claro, es más fácil callar al mensajero que enfrentar el mensaje.
Con todos los recursos a su alcance —legales, mediáticos y hasta tuiteros— intentan distraer a la gente. No quieren debate, quieren silencio. No les molesta lo que digo, les molesta que lo diga en voz alta.
Y para justificar su fobia a las críticas, inventan acusaciones, me etiquetan y me reducen a un villano de caricatura. Todo para no hablar de lo que realmente importa: el caos que traen entre manos.
Sabina Berman, por ejemplo, que muy dignamente cobra del erario —sí, con tu dinero y el mío— ha hecho de los medios públicos su tribuna personal para defender a sus jefes. Y, como ella, varios más usan la chequera del gobierno para distraer de las calamidades nacionales y tirar lodo a quienes alzamos la voz.
Creen que si se enfocan en cómo hablo y no en lo que digo, el público olvidará los miles de millones desperdiciados en obras sin sentido, la escandalosa falta de medicamentos o la violencia imparable que todos los días mata a mexicanos. Spoiler: no funciona.
¿Dónde está su indignación por los 6 mil feminicidios desde que Morena llegó al poder? ¿Y por las 600 niñas asesinadas? Ah, pero para eso sí no hay trending topics ni mañaneras.
Pareciera que las más de 131 mil mujeres violadas en este y el anterior sexenio no merecen menciones. Ni las niñas abandonadas en el desierto. Todo eso se calla. Pero si criticas al régimen, entonces sí: indignación exprés.
No les gusta cómo señalo los problemas, perfecto. ¿Pero y las soluciones? ¿Y el debate? Bien, gracias. Mientras sigan usando el tono como cortina de humo, seguirán dejando claro que lo suyo es teatro, no política.
Sabina no es la única, pero sí es ejemplo de manual: escribe a favor del poder, desde medios del poder, pagada con dinero del poder. Y encima, se dice crítica.
Yo no estoy en contra de las mujeres —faltaba más—, estoy en contra del cinismo con falda o pantalón. Mi crítica no tiene género; tiene dirección: hacia quienes viven del presupuesto, del tráfico de influencias y del cuento. Y se los digo de frente y sin ambigüedad.
Han dicho de mí hasta lo que no, esperando que me calle. Mala noticia: no va a pasar. Yo tengo argumentos, y ellos tienen miedo a perder sus nuevos privilegios.
Voy a seguir haciendo lo que sé hacer: generar valor, dar servicios, y hablar sin pedir permiso.
Porque creo que un México donde se premia el esfuerzo y se respeta la libertad no sólo es posible, sino urgente.
Presidente y Fundador de Grupo Salinas. www.ricardosalinas.com